Para muchos analistas, la enfermedad declarada del presidente Hugo Chávez ha sido vista como el comienzo del fin del Régimen “socialista” de Venezuela y el inicio de un fuerte reajuste de los escenarios políticos latinoamericanos, particularmente en las naciones de la Alba.
Parecería, sin embargo, que este comienzo del fin se inició mucho antes. Las señales de agotamiento del modelo populista, rentista y caudillista denominado socialismo del siglo XXI vienen manifestándose desde hace algún tiempo. En Venezuela, el rechazo hacia Chávez ha subido al 53% mientras su apoyo ha caído al 35% (Keller & Asociados). Una tendencia similar se observa en el Ecuador, en donde la popularidad de su Presidente ha descendido al 40% (Market). Más que estas cifras que denotan un serio e inocultable desgaste, lo verdaderamente relevante es la marcada tendencia declinante que estos presidentes sufren. La historia demuestra que resulta casi imposible revertir un proceso así.
A pesar de que la enfermedad de Hugo Chávez ha despertado simpatías iniciales, la implacable lógica de esa terrible enfermedad lo alejará del poder y acelerará la erosión de su Régimen. Parecería muy difícil que el dictador venezolano pueda presentarse con la energía y vigor que la mascarada electoral del próximo año exige. Aunque el desenlace sea, por ahora, imprevisible; existen serios riegos de que Venezuela desemboque en una crisis violenta a causa de los enormes dispositivos militares y clientelares que Chávez ha montado. Habrá, también, implicaciones regionales insospechadas, ya que el chavismo constituye la piedra angular de la Alba y el respirador artificial de algunos gobiernos del Caribe. Y así como el advenimiento de Chávez y sus petrodólares produjo un efecto dominó nuestra Región, su descenso y eventual caída tendría efectos determinantes en el destino de varios gobiernos de la zona.
Hasta hace poco, los gobiernos socialistas de la Alba repetían sin cesar que su revolución se extendería por 300 años y más. La realidad va demostrando que estas “revoluciones” no son capaces de sobrevivir a sus caudillos y que su destino está inexorablemente atado al de ellos. El gran reto de nuestros países, ahora, es pensar como afrontar la reconstrucción de economías y sociedades fracturadas por el paso devastador de esos gobiernos caudillistas. El reto no es menor, ya que la era postsocialista podría conllevar enormes amenazas a la seguridad interna y externa de algunos países de la Región.
Bajo estas circunstancias, y luego del marcado proceso de aislamiento político y diplomático que el Ecuador ha sufrido por razones ideológicas, deberemos afrontar serios desafíos. Es necesario analizar los escenarios futuros y reformular nuestra política exterior para reinsertarnos en los circuitos políticos y económicos del mundo interdependiente de hoy.