El cóndor, nuestra emblemática ave de los Andes, es una especie en extinción. Una crónica periodística de estos días trae la buena noticia de que tres cóndores nacidos en cautiverio fueron liberados en los páramos de la comunidad de Zuleta. Luego de siete años de custodia estaban listos para la libertad. Abiertas las jaulas, los cóndores emprendieron su primer vuelo, se encumbraron por los gélidos cielos andinos. Temerosas y apocadas ante la infinitud de esos horizontes, las aves no tardaron en retornar a su jaula. Tuvieron miedo de la inusitada libertad ofrecida.
La observación de los fenómenos naturales y de los comportamientos humanos nos conduce al hallazgo de semejanzas y diferencias entre unos y otros. Lo semejante llama a lo semejante, tal es el principio del pensamiento mágico y del lenguaje metafórico y simbólico. Hace ya mucho tiempo Salustio observó que “el mundo es un objeto simbólico”. La anécdota de los cóndores renuentes a aprovechar de su libertad me recuerda lo que ocurre en el ámbito humano. En el animal la libertad es un impulso instintivo, en el hombre es más que eso, es condición esencial de su existencia. En el animal la libertad es libertad “de”, esto es: de moverse, de procrearse; en fin, designios marcados por el instinto. En el ser humano, en cambio, la libertad es libertad “para”; ello significa para la realización de un proyecto de vida, una decisión racional y voluntaria encaminada a un fin.
Erich Fromm habló extensamente del “miedo a la libertad”. Cuando se ha vivido bajo un gobierno dictatorial el ser humano se acostumbra a la sumisión. La actitud conformista prospera cuando la gente integra a sus creencias la ideología autoritaria que promueve un régimen, cuando el ciudadano común (aquel que rumia eslóganes) acepta como buenas las normas que lo reprimen. Tal enajenación impide al hombre aspirar a una libertad genuina. Ello explica la paradoja de que toda rebelión salvadora frente a una tenaz dictadura provoque, a la vez, esperanza y miedo. Miedo a la libertad, pues muchos se sentirán desubicados en un mundo en el que cada individuo debe libremente escoger su camino.
Según Fromm, los conceptos de libertad y de poder son antagónicos. Cuanto más poder ostenta un hombre, menos libertad tendrán los demás. El poder omnímodo endiosa a un caudillo, lo convierte en sombra, en hado funesto para un pueblo. Crea una dependencia mutua entre dominador y dominado. “El hombre ordinario con poder extraordinario es el principal peligro para la humanidad y no el malvado o el sádico”, dice Fromm. La historia contemporánea es pródiga en iniquidades: fascismo, estalinismo, totalitarismos. La lista se enriquece con nuestras dictaduras tropicales: Cuba, Venezuela, Nicaragua, tan alabadas y aplaudidas hoy por sus protagonistas. ¿Autocrítica? Jamás. Aquello sería traición. No hay duda, la mentira repetida alimentará siempre el conformismo.