No es decepción lo que provoca el presidente Lenín Moreno, apenas es sorpresa. Tanto diálogo, tanto tiempo, tanta oferta, para terminar en el anuncio de medidas que suman cero para todos, excepto para el gobierno que recaudará mil setecientos millones. No son un paquetazo, tampoco resuelven nada; no diseñan un modelo económico, no constituyen un plan cuatrienal, ni satisfacen aspiraciones de algún sector en particular.
Sigue el mismo equipo económico haciendo la misma tarea: buscar recursos para hacer durar al gobierno, para empujar hacia adelante la crisis, para aplazar las medidas que todos saben que son inaplazables. Las medidas anunciadas no resolverán nada.
Si el problema es el déficit, la falta de empleo, la parálisis del aparato productivo, la falta de competitividad, la deuda ilegítima de la revolución ciudadana; nada de eso se resolverá con la promesa de enviar, sin que se sepa cuándo, proyectos de ley, sin que se sepa con qué carácter, a la Asamblea Nacional, sin que se sepa con qué resultado.
Parecería que el país tiene un gobierno embelesado con la política y ciego para la economía. Encandilado con el apoyo de todos los sectores, menos el de su partido, y enfocado en la consulta popular, no quiere hacer nada que ponga en peligro el éxito político aunque el precio sea la prolongación de la parálisis económica.
Y sin embargo, el desilusionado sector empresarial que esperaba incentivos para la producción y para la inversión, sigue apoyando la consulta y continúa a la espera de las medidas que ha sugerido para reactivar la economía. El confundido sector indígena que esperaba la protección de las fuentes de agua y solo tiene la promesa de que no habrá explotación minera en los centros urbanos, continúa esperando el cambio y seguirá pensando que el camino es apoyar la consulta.
Todos harán observaciones a las medidas anunciadas, menos los de Alianza País. Ellos creen que el gobierno está dando una prueba de que no había ningún problema económico y que la revolución ciudadana iba en la dirección correcta; por eso se mantiene el curso. Creen, como parece creer el gobierno, que primero hay que resolver los problemas del Estado con nuevos impuestos y nuevos aranceles, y después la recuperación del aparato productivo.
El gobierno no ha comprado el discurso empresarial que planteaba la reducción de impuestos para incentivar la producción, mejorar la competitividad, generar puestos de trabajo, hacer atractiva la inversión y, como consecuencia, generar mayor recaudación fiscal.
Las medidas han echado un balde de agua fría a los sectores políticos y sociales que le dieron el éxito político alcanzado en los primeros meses; pero el gobierno quiere más, aspira al éxito político definitivo con la consulta. ¿Emprenderá, entonces, la reforma económica? Continúa la espera, pero han sembrado algunas dudas.