La política como competencia para representar a la población está en crisis, en la cual la democracia tiene cierta vigencia. Los partidos políticos lo saben y son responsables de que muchos desconfíen de la política. Entre otros problemas está que se ha banalizado a las ideologías; ya no se sabe quién es quién ni para qué pueden servir.
Los partidos pueden asemejarse por sus programas o por sus actuaciones distantes de las ideologías oficiales o las trafican para justificar lo que antes les era inadmisible. El rojo es azul y un derechista se dice revolucionario.
Sin embargo, por lo general las personas de la derecha conservadora no dejan de serlo. Sus definiciones de la vida y de la política, según criterios de sociedad, les dan una identidad constante y no se pronuncian políticamente si no hay un grupo con el que se identifican.
En la campaña electoral canadiense, este fenómeno es casi caricaturesco para ventaja del gobierno conservador. Hace dos meses, el partido social demócrata (Nuevo Partido Democrático, NPD) era el favorito con 15 o más puntos de simpatía sobre liberales y conservadores. Pero en la campaña, para ganarse al electorado de tradición liberal o conservadora, el NPD promueve temas claves de liberales o conservadores, como la rigidez de no tener déficit o la liberalidad frente al burka de las musulmanas. Los liberales, en cambio, promueven lo que los social-demócratas deberían hacer y los conservadores se acercan a posiciones liberales. En los sondeos, la mayoría quería cambiar al gobierno conservador, pero los conservadores recuperan apoyo, los liberales -de seguros perdedores- crecen y podrían formar el nuevo gobierno si los conservadores no lo hacen, mientras los socialdemócratas pierden aceptación. El posible empate de fuerzas revela esta crisis de los partidos en sus posiciones que acaba por confundir al electorado, mientras este se halla en espera de definiciones y de transparencia para definirse.
La traición de los partidos a los ciudadanos se incrementa con las estrategias electorales hechas como mercadeo, en el que lo único que cuenta es ganar a toda costa. Así contribuyen a la destrucción de la política.
Ecuador conoce esto. En el futuro inmediato es previsible que un amplio electorado viva ese problema de no saber por quién votar. En efecto, no hay partido que capte la oposición de los que no son alineados con la derecha ni con grupos de izquierda. Hace falta un partido que capte del centro hacia la izquierda.
Existe también un electorado de izquierda ahora disponible porque no se reconoce con Correa, ni con el MPD o Pachakutik.
Hay una vacío en este amplio espectro del electorado. La imprecisión programática de los partidos existentes y la ausencia de una fuerza significativa de centro en la Sierra, acaba por crear un electorado indeciso, que a último momento al no votar nulo, lo hará como en 2006.
jleon@elcomercio.org