Nadie desconoce las habilidades políticas del ex presidente Lula da Silva, quien ganó dos elecciones seguidas, fue el principal artífice para que venza el mismo número de elecciones Dilma Rousseff; y que cuando se siente acorralado es muy astuto para salir bien librado, para que sean otros los que paguen los errores, sin importar que hayan sido sus más leales colaboradores. Ejemplos: José Dirceu, Antonio Palocci y otros de menor rango, todos en la cárcel.
Sorprendió la parsimonia con la que Lula enfrentó por primera vez al juez Sergio Moro en uno de los procesos relacionados con la corrupción administrativa y enriquecimiento ilícito durante su gobierno. Uno de esos casos es el tríplex, o sea, un departamento de tres niveles en un lujoso edificio en la playa de Guarujá, que presuntamente fue una propina de la empresa constructora OAS por los contratos que obtuvo para construir tres refinerías, algo similar a lo que acostumbraba a hacer Odebrecht.
El departamento de Guarujá fue visitado dos veces por Lula y su esposa Marisa Leticia. Lula admitió solo la primera visita (está registrada con fotos) en la que observó, según manifestó, por lo menos 500 defectos que lo hacían inservible para vivir. El juez insistió sobre las reformas al tríplex, que incluyeron una moderna cocina, ascensor exclusivo, todo realizado por la OAS. Ahí fue cuando Lula dijo que todo eso fue “cosa de ella”.
Puede ser cierto lo que aseveró Lula, normalmente cuando una vivienda es reformada, la opinión de la esposa es muy importante. El problema es que el juez no puede interrogar a Marisa Leticia porque ella falleció el 3 de febrero del 2017, tras sufrir un accidente cerebrovascular, a los 66 años de edad.
Lula siempre evitó enfrentar cara a cara al implacable juez Moro, pero todos los recursos legales se le agotaron. El ex presidente tiene cinco acciones penales en su contra, tiene también 17 acusaciones por corrupción, lavado de dinero, tráfico de influencias, obstrucción de la justicia. Como buen político dijo durante la audiencia que ya no pretendía ser nuevamente candidato a presidente el 2018, pero frente a tanta persecución ahora se sentía fortalecido.
Como no podía faltar, el ex presidente aprovechó para descargar contra la prensa toda la campaña de desprestigio que ha tenido que soportar; incluso afirmó que todo este proceso afecta a sus nietos que serían víctimas de “bullying” en el colegio. “Confieso que esperaba más respeto por un hombre que dio dignidad a este país”, dijo de sí mismo y a punto de soltar lágrimas; no lloró como en ocasiones anteriores, pero se irritó, se contradijo, le gritó al juez. Pero todo ese se le pasará si es que sus abogados consiguen seguir dilatando el proceso hasta darle tiempo de inscribir su tercera candidatura a la presidencia de Brasil.