Correa está desbocado en las redes sociales. Conforme se van concretando las evidencias y aparecen presunciones de responsabilidad en los cobros de coimas a Odebrecht, Correa se pasa el día mandando mensajes por las redes sociales, en que ordena a sus adláteres que “defiendan a la revolución”.
Su último mensaje dice: “Compatriotas: esta es la hoja de ruta para acallarnos”. Y “denuncia” que el contralor Pablo Celi está utilizando como “instrumento de persecución” una auditoría de la deuda y la responsabilidad penal de Glas en el mal manejo de un pozo en la Amazonía.
Según Correa, la deuda ya está auditada. Pedir cuentas sobre eso es “perseguirlo” a él y a sus incondicionales. Como estaba acostumbrado a no dar información sobre sus manejos del endeudamiento externo, como se niega a aceptar que lo prestado por los chinos es deuda y que el gobierno tiene que pagarle al IESS, el que la Contraloría cumpla su tarea le parece persecución.
Cuando el Contralor saca a la luz informes que demuestran que se han sobrepasado los límites constitucionales del endeudamiento; que los manejos de la deuda son, por decir lo menos, irregulares; que Glas, Capaya y otros entregaron un pozo petrolero, Correa dice que le persiguen, que hay que salvar la revolución y que el inefable Consejo de Participación Ciudadana debe designar contralor lo más pronto.
Pero, por más que se pase twitteando catorce horas diarias, sus mentiras no se volverán verdades y la gente no le creerá ni le tendrá miedo.
La auditoría de la deuda debe hacerse, ya que, como lo reconoce el gobierno, el endeudamiento se acerca a los sesenta mil millones de dólares, muy por encima de los límites que establece la Constitución, además de que, buena parte de esa plata se ha manejado en forma oscura.
Para Correa, “defender” a la patria y a la revolución ciudadana es nombrar enseguida al nuevo contralor, ya que el actual le estorba porque ha dispuesto que se conozcan informes que señalan directamente a Glas.
Y, claro, el nombramiento de contralor lo debe hacer ese cuarto poder tramposo, copado por un puñado de anónimos correístas que ya demostraron que cumplen las consignas, y que, por ello, designaron una vez más para ese cargo a Carlos Pólit, que luego de haber triunfado con los más altos puntajes, terminó en cuestión de semanas prófugo.
Que se audite la deuda pública, que se conozca su monto, sus dueños y su destino, precisamente porque Correa trata de impedirlo. Ahora que ya no tiene el manejo abusivo de los medios de comunicación y de la justicia, pretende que no se conozca la verdad, ejerciendo como “trol mayor” de sus incondicionales.