Por qué no, el dinero electrónico

¿Cuál es la razón para que el dinero electrónico, tan promocionado por el Gobierno, no funcione? Se hace publicidad, se conceden estímulos tributarios, y no funciona.

El llamado dinero electrónico, que no es más que la posibilidad de que se realicen transacciones bancarias sin acudir a la oficina de un banco y sin realizar pagos por servicios o adquisiciones en efectivo, sino con una autorización a través de un teléfono móvil o de una computadora, existe de hecho en el país. Los pagos de agua, energía eléctrica, teléfono se hacen así desde hace muchos años. Eso son las tarjetas de débito que emiten los bancos, que permiten pagar en un establecimiento con débito automático a la cuenta del comprador. Son innumerables los países en que el sistema funciona y con eficiencia.

¿Qué razón existe para que no funcione en el Ecuador? Las transacciones por valores mínimos -8,6 millones a abril- en relación con el movimiento de la economía y las relativamente pocas cuentas abiertas lo demuestran.

Si el Gobierno quiere que el dinero electrónico funcione efectivamente, debe clarificar las reglas impuestas por las autoridades. Debe despejar las dudas sobre el propósito que tiene promover su implantación. Para que se faciliten las transacciones y el acceso de más ciudadanos al sistema, generalizándolo, es necesario que participen los bancos, desechando el peregrino criterio de que “van a ganar mucho”. Las autoridades deben preocuparse cuando los bancos pierden, no cuando ganan. El Banco Central no tiene la estructura necesaria para manejar un proceso que solo será efectivo si se generaliza. Y también podrían hacerlo las empresas, pública y privadas, de telefonía. Para eso debe legislarse, con claridad y certeza de estabilidad, para que el único respaldo que permita el acceso al servicio sea la existencia de dólares efectivos, dejando de lado cualquier otra posibilidad, como la del respaldo de “activos líquidos”, que puede dar lugar a interpretaciones o utilización inconveniente, ajenas a su esencia, más, tras la, al menos, inoportuna visita del exministro griego Varoufakis.

Los instrumentos financieros son útiles y funcionan cuando inspiran confianza en la gente. Cuando existen dudas sobre intenciones subyacentes, su efectividad es marginal. Más en este caso en el que se han generado suspicacias sobre su posible utilización como moneda paralela, que no otra cosa sería permitir transacciones que no estén respaldadas en dinero contante y sonante, afectando la dolarización, cuya permanencia es el único asunto que une abrumadoramente a los ecuatorianos, una vez que la selección de fútbol está al borde de no clasificar al mundial en Rusia. Establecer reglas claras, integrar a los actores aptos, desechar los prejuicios y las segundas intenciones, es la tarea, si se quiere que el dinero electrónico funcione.

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