Este artículo lo dedico al Día de la Libertad de Prensa y al periodista peruano Rafo León, sentenciado en su país por el delito de opinar.
Sin la ayuda económica del Gobierno a través de su siniestro Servicio de Inteligencia, el periodismo no podría subsistir. La necesidad y el deseo de seguir existiendo llevan a muchos periodistas y empresarios a ponerse a merced del siniestro hombre fuerte del régimen, sin sospechar que con esa actitud también se puede perder la vida. Pero, tarde o temprano, corriendo todos los riesgos, a través del periodismo libre siempre vence la verdad.
Coincidencia o no con unas elecciones que fueron ganadas por la hija del político más ambicioso y corrupto que tuvo el Perú, aparece la nueva novela de Mario Vargas Llosa, que lleva el nombre de este artículo de opinión. No es una novela histórica, es ficción. Sin embargo, se localiza en la época en la cual Alberto Fujimori, que ya llevaba dos períodos consecutivos, buscaba otro más o perpetuarse en el poder.
Para ese propósito se requiere de un fuerte aparato de inteligencia, espionaje, sobornos y, especialmente, de una prensa sumisa, amarilla, sensacionalista, que denigre al adversario, que hurgue en el pasado, que invente historias para acabar con la reputación de los que no se someten. En resumen, una entrega completa, una renuncia a los principios y a la ética (en Perú se denomina prensa “chicha” a todos los medios que se dedican a la farándula, a la chismografía).
Fujimori utilizó al periodismo oficial o alineado para desprestigiar y aniquilar moralmente a todos sus opositores. La novela de Vargas Llosa destaca sin embargo que el buen periodismo se puede convertir en un instrumento de liberación de una sociedad. Si bien los personajes relacionados con el periodismo son un eje destacado, hay otros protagonistas que dan intensidad a la novela.
Empresarios exitosos que vivían en constante peligro por causa del terrorismo y del chantaje del poder político. Las referencias del Nobel de Literatura a su experiencia electoral son solo periféricas. Vargas Llosa entra también en el arte de la narración erótica con una historia intensa de lesbianismo, sin exageraciones, con delicada sensualidad.
Al siniestro director de Inteligencia se lo conoce como el Doctor, se trata de Vladimiro Montesinos, un hombre que disponía de todos los recursos para sobornar y eliminar adversarios políticos. Como cualquier mafioso, tenía sus “principios”: La traición se pagaba con la muerte.
Hasta que aparece una periodista que se juega la vida, lo denuncia públicamente por sus fechorías y eso deriva en el aborto del plan por alcanzar un tercer período presidencial.
Para quienes están más preocupados por la vida sentimental de Vargas Llosa, con esta novela podrán apreciar nuevamente su fortaleza narrativa.
@flarenasec