Siento una angustia existencial cuando intento escribir en una página en blanco, o en una pantalla vacía.
Está claro que el opinador es un hijo del público. La fuente del género de opinión es una noticia o un acontecimiento de la realidad. También, un documento, un informe o un punto de vista escuchado en un foro, en la calle y en la comunidad. El público es, entonces, mucho más que un simple destinatario, a quien me dirijo con respeto, sino un actor directo y principal en el nuevo periodismo.
Mi propósito es ensayar un discurso textual con responsabilidad, en el ejercicio pleno de la libertad de opinión.
Este oficio es hermoso, pero también complejo, porque se trata de argumentar con Lógica, contrastar y escribir sin ofender ni discriminar, sobre la base del reconocimiento que nadie tiene la verdad absoluta, y que, por lo tanto, todos podemos aprender de los errores.
Los bloqueos creativos son constantes y recurrentes, ante una página vacía que espera signos, símbolos y evidencias, que persuadan y no busquen intereses ocultos; que construyan el bien común, y ayuden a fortalecer la democracia. Para ello, la alternativa es leer, discernir, comparar, consultar, escribir y editar con ética periodística.
El Diario El Comercio desde su fundación ha sido una escuela de libertad. Desde 1985 escribo en sus productos -ahora digitales-, y me enorgullezco porque las páginas en blanco han sido oportunidades magníficas, para que escriban -lo digo con sinceridad-, a través de mi pluma, los lectores, a quienes he escuchado sus necesidades, inquietudes y alternativas de solución a sus problemas, en los ámbitos educativos, culturales, familiares y ciudadanos.
¡Gracias por seguir juntos en esta nueva etapa de su historia!