Admito que nunca había leído nada sobre bioética, creía que era tan incomprensible como el álgebra de Baldor. Pero no, solo eran prejuicios que conservo desde la época de estudiante. El libro ‘Bioética quitensis’, publicado por Health Editor, fue escrito con gran maestría científica y literaria por el médico endocrinólogo Víctor Pacheco Bastidas. Lo interesante de esta obra es que a cada experiencia sobre salud, vida, enfermedad o muerte, el autor añade casos reales y experiencias de filósofos, escritores, historiadores, nacionales e internacionales.
Con un lenguaje didáctico se aclaran decenas de vocablos científicos que quienes no somos especialistas ignoramos, como por ejemplo la diferencia entre paciente y enfermo. Desde el famoso juramento de Hipócrates, un documento típicamente sacerdotal: “Al visitar una casa entraré en ella para bien de los enfermos… Velar con el máximo respeto por la vida humana”. El prólogo lo escribió el reconocido científico Jaime Breilh, presidente de la Academia Ecuatoriana de Medicina, quien sugiere que los estudiantes y profesionales de la salud deben incorporar en su trabajo estos razonamientos sobre ética.
En los tiempos actuales se habla de calidad de vida pero también, inevitablemente, de la muerte. Víctor Pacheco dedica un capítulo con ejemplos que resultan familiares. Cita a Arturo Pérez Reverte en su magnífico artículo ‘Déjenme morir tranquilo’, en el cual advierte, a modo de ejemplo, que en Estados Unidos ningún médico se atreve a poner una inyección si no es delante de su abogado. En ‘Bioética quitensis’ se cita un párrafo del autor de ‘Hombres buenos’: “No es lo mismo acortar la vida que acortar la agonía, así que no me fastidien… el médico que, con mi consentimiento o el de los míos, decida aliviarme el trayecto ahorrándome sufrimiento inútil, nunca será un asesino, sino un amigo. Que otros hagan lo que quieran con sus vidas, pero a mí permítanme no perder la compostura. Déjenme morir tranquilo”.
O esta cita de Norberto Bobbio: “Quien vive entre viejos sabe que para muchos de ellos la edad tardía se ha convertido, gracias en parte a los avances de la medicina, que a menudo no tanto te hace vivir cuanto te impide morir, en una larga y a menudo no suspirada espera de la muerte”. El libro del endocrinólogo Pacheco tiene una importancia capital cuando profundiza en los aspectos de la dignidad humana tan desgastada, digo yo, por el millonario precio que se pone a la honra. Esta cita es trascendental, corresponde al filósofo y escritor Fernando Savater en su ‘Ética para Amador’: “…todo ser humano tiene dignidad y no precio. Es la dignidad humana lo que nos hace a todos semejantes justamente porque certifica que cada cual es único, no intercambiable y con los mismos derechos al reconocimiento social que cualquier otro”.