Cuando uno cree que la política es aburrida, cuando piensa que nada más te va a sorprender, que lo has visto todo, aparece el mejor de los desaguisados que un innombrable ex funcionario planteó como un trascendental asunto de Estado, algo que pudiera impactar en las futuras generaciones y en el buen vivir: los baños compartidos por oficiales y tropa en los cuarteles, en los regimientos, en los ministerios…
Tras firmar el acuerdo ministerial el personaje dijo chao y se largó a su casa. Mientras tanto se supone que abrirá las puertas de su hogar para permitir que la gente que vaya por la calle con alguna incontinencia urinaria entre y ocupe su baño. Es que no debe haber discriminación, los ministros deben compartir el baño de su despacho con el conserje del edificio para evitar la desigualdad. El baño del alcalde, del presidente o del arzobispo de Quito también debería estar abierto para todos los transeúntes de la Plaza grande y sus alrededores.
Si en pleno patrullaje en la selva al comandante de la tropa se le ocurre orinar sobre el tronco de un árbol, los soldados tendrían que usar el mismo espacio, con eso se evita la desigualdad, brillante señores. Pero ¿cuál es la realidad? Según el lector de EL COMERCIO, Mario Paz y Miño Cevallos “hay ascensores exclusivos para ministros, quienes llegan a sus despachos invadiendo calles y arrinconando a otros carros, mientras que los (carros) suyos se dan el discriminatorio lujo de ir sin placas y rodeados de misteriosos agentes, ellos sí bien comidos”.
La sabiduría de este lector concluye que “espacios exclusivos y discriminatorios hay en todas partes, pero los militares nos superan, pues no creo que en la guerra haya baños para oficiales y árboles para la tropa”. Aprovechemos la brillante iniciativa para que la calidad de los baños públicos mejore, como por ejemplo en el estadio Atahualpa donde no hay desigualdad entre tropa y oficiales, entre profesionales, licenciados, estudiantes, obreros o empleados públicos y privados, para todos los que necesitan usar esos baños las condiciones de pestilencia y suciedad son las mismas. En los baños de algunas gasolineras en las carreteras tampoco hay discriminación, la mayoría son sucios y hediondos para todos, incluso para las mujeres.
No señor ex ministro, lo ideal es que toda la sociedad alcance el bienestar y si usted cree que la felicidad y el buen vivir van a comenzar con el uso compartido de los baños, qué bueno, pero que primero limpien los servicios higiénicos públicos porque son un peligroso foco de infección. Elevar a un asunto de Estado el uso de los baños prefiero tomarlo con “animus jocandi” para evitar la indignación. La desigualdad, la discriminación, la morbosidad, todo, absolutamente todo, está en la mente, no en los decretos, tampoco en los discursos.
@flarenasec