El Estado adoptará las medidas necesarias para prevenir, eliminar y sancionar toda forma de violencia, en especial la ejercida contra las mujeres, niñas, niños y adolescentes.
¡Maravilloso enunciado! ¡Reza en la Constitución de Ecuador! Letra muerta. De cada 10 denuncias de violación que llegan a la Fiscalía, seis tienen como víctimas niñas. Lo ocurrido en la escuela de Guayaquil, donde un profesor enfermo abusó de al menos cuatro niños de 7 años, no es excepcional.
Nueve de cada 10 agresores sexuales de niños forman parte del núcleo intrafamiliar o son conocidos de las víctimas; es decir, en Ecuador los niños sufren abuso sexual en la familia, en la escuela o en la iglesia. Lo dice la Fiscalía.
La naturalización de esa perversidad explica lo ocurrido con los 41 niños en una academia o llega al extremo de tolerar que un exprofesor de piscina de un liceo particular esté libre por lo ocurrido con ‘El Principito’. Explica, pero no lo justifica.
El Pacto por la Niñez y Adolescencia Ecuador, que reúne a 50 colectivos por la defensa de los derechos de los niños, tuvo escaso eco entre los candidatos presidenciales en el trajín de la última campaña electoral (enero del 2017). Buscaba compromisos, en la forma de políticas públicas.
¿Por qué? Porque 12% de las adolescentes entre 15 y 17 años ha tenido, por lo menos, un embarazo (¿cuántas más niñas víctimas de abuso sexual deben ser madres?). Porque uno de cada cuatro menores ha sufrido maltrato del profesor. Porque seis de cada 10 estudiantes han sido víctimas de violencia escolar (26% de ellos intentó suicidarse). Porque las principales causas de muerte de adolescentes (suicidio, accidentes de tránsito, parto, homicidios) son prevenibles.
¿Qué hacer? Tomar conciencia, desterrar la impunidad y, sobre todo, educar a los niños en sexualidad. Señores, protegerlos es visibilizar sus derechos. Los niños deben conocerlos y sus pares (estudiantes) pueden participar para prevenir, dar seguimiento y control. Hablar sin taras de su cuerpo, de sexualidad, de respetarse (saber quién puede tocarlos y qué), de respetar a los otros… es un paso. Otro, construir una política pública para otra letra muerta en la Constitución: la equidad de género en la educación.