Varios senderos y miradores permiten disfrutar los diferentes atractivos que ofrece la Chocolatera.
Telmo Arévalo Cuesta
Redactor Invitado
Lo habían mencionado varias veces en los medios de comunicación: ya era posible entrar al sector de la Chocolatera, en Salinas. Por mucho tiempo estuvo restringido el ingreso a particulares a ese interesante punto de nuestra Costa, ya que se encuentra dentro de la Base Naval de esa ciudad.
A este sitio se lo denomina la Chocolatera por el color chocolate que toman sus aguas al chocar las corrientes marinas y levantar el polvo y la arena del fondo. Además, por la fuerza con que las aguas del mar golpean contra las rocas, el sonido y el movimiento de las olas recuerdan el hervor del chocolate.
Este hermoso paraje marino lo conforman una serie de rocas, peñascos y promontorios que, separados unos de otros por el mar, se van adentrando en el mismo, constituyéndose en el punto más saliente de nuestra Costa hacia el occidente y el segundo de Sudamérica.
Para llegar allá, se debe tomar la vía a la Costa o E40, desde Guayaquil, que nos lleva a la provincia de Santa Elena. Llegamos a la capital de la provincia, del mismo nombre, y seguimos por la carretera que comunica con La Libertad.
Varios senderos y miradores permiten disfrutar los diferentes atractivos que ofrece la Chocolatera.
Por la misma ruta continuamos hasta Salinas, punto obligatorio de parada y disfrute de sus muy famosas playas y gastronomía, así como del ‘glamour’ que nos ofrece.
En el extremo occidental de esa ciudad encontramos el Fuerte Militar de Artilleros Salinas, cuya entrada está custodiada por tres cañones y personal de Ejército que nos recibe con una sonrisa y buen trato. Nos dan algunas indicaciones para conducirnos en el interior y llegar hasta la famosa Chocolatera.
A una velocidad de hasta 30 km/h, por un camino señalizado vamos adentrándonos en un espacio abierto, desolado, ventoso y encantador. El paraje es más bien seco, típico del sector, y con arbustos y matorrales esparcidos por doquier. Un letrero nos indica la opción de tomar a la derecha para ir a la Chocolatera o virar a la izquierda para ir a la Lobería, un sitio de rocas separadas de la costa donde han hecho su hogar algunas decenas de lobos marinos.
En principio fuimos a la Lobería. Allí, un mirador construido en madera y guadúa permite disfrutar del mar y la playa. El sitio destinado para avistar a los lobos marinos, con las debidas protecciones para los visitantes, estaba en construcción.
Varios senderos y miradores permiten disfrutar los diferentes atractivos que ofrece la Chocolatera.
A pesar de los trabajos que se realizaban, muy comedidamente me permitieron ingresar para fotografiar un islote de rocas con varios hermosos lobos marinos que disfrutaban del escaso sol y la ligera llovizna que caía. A pesar del embravecido mar que agitaba las olas contras las rocas, la paz y la calma que se percibían en el ambiente, eran un descanso para el espíritu.
Después fuimos a la Chocolatera, propiamente dicha. Había muchos turistas disfrutando del paisaje y el mar, mientras unos piqueros de patas azules reposaban muy tranquilos en el lugar.
La Chocolatera es un área grande, con oficinas de información, baterías sanitarias, local de venta de artesanías elaboradas con elementos marinos, un local de expendio de comida, varios miradores, un hito del Inocar, un gran faro y mucho más. Todo muy bien señalizado y conectado entre sí por medio de senderos.
¿Cómo no disfrutar de esta maravilla poco conocida de nuestro querido Ecuador?
Allí solamente faltan ustedes. Es un hermoso paraje que vale la pena conocer. Hasta la próxima.