5 razones para el fracaso del proceso Quinteros

Todos se preguntan qué pasó para que la Selección pasara en de ser el arrollador equipo que doblegó a Argentina a ese lánguido y triste combinado que apenas ha ganado 8 puntos desde la quinta fecha, en una racha alarmante y descorazonadora. Acá, las respuestas:

-Perder la ventaja de la altitud
Gustavo Quinteros, en su desenfoque (¿por soberbia?), creyó que bastaba su esquema táctico para que Ecuador ganara los partidos. Esto le llevó a desestimar en público el enorme aporte que significa jugar en Quito, por el tema de la altitud. En lugar de trabajar en esa evidente ventaja, manejó un discurso que proclamaba que los seleccionados no estaban en condiciones de jugar a 2.800 metros sobre el nivel del mar. Esto provocó un áspero debate sobre la posibilidad de jugar en Guayaquil y ha resentido a la afición capitalina. En la práctica, de los siete partidos que ha jugado Ecuador como local, solamente ha podido ganar cuatro (Bolivia, Uruguay, Chile y Venezuela), ha empatado uno (Paraguay) y ha perdido dos (ante Brasil y Colombia). Lo curioso es que esas derrotas fueron ante equipos que superaron ampliamente a Ecuador, que corrieron mucho más y con jugadores que no estaban adaptados a la cordillera y que no tienen eso que se llama ‘memoria morfológica’. Quinteros lidera al peor Ecuador como local de las seis últimas eliminatorias. El peor.

-¿Los mejores o los del ‘proceso’?
Es verdad que cada entrenador se enamora de un futbolista, al que considera su fetiche. Pero Quinteros ha mantenido una sistemática preferencia por elementos que no gozan de continuidad en sus clubes. Un caso simbólico es el de Juan Carlos Paredes, permanentemente convocados a pesar de su discreto papel en Inglaterra y luego en Turquía. También están Jefferson Montero, Enner Valencia, Carlos Gruezo y Felipe Caicedo (aunque este último de todos modos ha logrado algunos goles). El colmo ha sido el constante llamado a Walter Ayoví. Se habló de la ‘Emelección’. En cambio, ha rechazado sistemáticamente a jugadores en buen momento, tanto del fútbol local como del exterior. Es decir, con Quinteros se hizo patente que no bastaba estar en plena forma porque otros, aunque estén muy por debajo de lo recomendable, tenían el llamado garantizado. Un DT de selección es, como obviamente se deduce, un seleccionador de lo mejor. El mal ojo de Quinteros lo tiene metido en este enorme problema.

-No aprovechó los laboratorios
Es rara la estupenda ocasión de tener dos Copas América tan seguidas para probar jugadores. Aceptemos que era mucho pedir a Ecuador que hiciera ‘la mejor Copa de su historia’, como pretendía el presidente Carlos Villacís en Chile; pero al menos era la oportunidad para probar jugadores, ensayar ideas, generar camaradería. Quinteros no sacó nada de nada de los dos torneos. Más bien, se dedicó a insultar, a llamar idiotas a los que alertaban sobre el pobre rendimiento del equipo. Eso le generó una enorme antipatía entre comentaristas e hinchas. No hubo un proceso. Hubo la idea de que el milagro de ganar en Buenos Aires podía repetirse hasta el infinito solo por la enorme sabiduría del timonel.

-Siempre se jugó peor y peor y peor
La realidad es que Ecuador, desde el milagro en Buenos Aires, ha ido jugando cada vez un poco peor, mostrando un rendimiento hacia abajo, decadente. Aguantó para ganar 12 puntos seguidos, pero no más. Nunca se jugó un cotejo entero con tranquilidad. Siempre hubo una mitad terrible, generalmente los primeros tiempos. Ecuador no remontó marcadores adversos. Nunca se tomó correctivos. Siempre se falló en los cambios. Ahora, pasamos de superlíderes de las eliminatorias a depender de carambolas y accidentes de terceros. Es probable llegar eliminados al duelo con Argentina en Quito.

-Es lo que tenemos
Hay asuntos que no son responsabilidad de Quinteros. ¿Acaso tenemos 11 jugadores en las ligas más potentes de Europa? No. En realidad, solo Antonio Valencia es un crack en toda regla, pero no es ni definidor ni lanzador. Carecemos de legionarios que se codeen con los mejores. También faltan escuelas de formación y un Campeonato Nacional realmente fuerte, competitivo. Esto que le pasa a la Tricolor es, también, un doloroso aterrizaje a la realidad de nuestro fútbol. La Tricolor en un Mundial siempre fue una quimera. Quinteros lo sabía y de todos modos aceptó el reto. Le quedó no solo grande, sino enorme.

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