Su juguete preferido cuando tenía 5 años era el balón de fútbol. No jugaba con muñecas ni se integraba al grupo de las niñas.
Liliana Tipán se divertía con los amigos del barrio, con Jefferson y Diego, sus hermanos. Con ellos también se entretenía en las mañanas lanzando el trompo contra el piso o tingando canicas.
Esa imagen sigue viva en la memoria de Rosa Tigse, su abuelita. Ella ha visto jugar a su nieta, de 18 años, en la escuela, en el barrio, en el colegio y hasta en la Tricolor.
‘Lili’, como la llaman en casa, integró la Selección de Fútbol Sub 20, que en enero participó en el Sudamericano, en Brasil.
Ecuador salió eliminado de ese torneo después de afrontar cuatro partidos. En esa actuación sumaron tres puntos, al vencer a Venezuela por 3-2. Uno de esos tantos fue de Liliana, que es volante.
Vestir la camiseta de la Tricolor fue el sueño de ‘Lili’ desde niña, para ser exactos desde que actuó en el Interescolar del 2004, con la Escuela Nicolás Goribar.
En ese centro educativo, ubicado en San Francisco de Miravalle, a 35 minutos de la avenida González Suárez (a pie), Liliana fue la sensación, según su padre Francisco, por el manejo del balón.
Esa fue la razón para que llegara a la selección, integrada por cinco niñas y los demás eran hombres.
Sus destrezas con la pelota también la hicieron famosa en su barrio y en los alrededores. Los vecinos son los que direccionan a los visitantes a la casa de la jugadora.
Para llegar al domicilio de los Tipán, la gente toma el bus en la entrada a Guápulo, también hay camionetas, pero cuando la Empresa de Alcantarillado interviene en el tramo, deben movilizarse a pie por cerca de 45 minutos.
El tiempo aumenta o se reduce dependiendo de lo rápido que las personas muevan las piernas en el ascenso. La abuelita Rosa, de 54 años, lo hace en 40 minutos. “No se asuste. Así nos ponemos flaquitas”, dice, mientras suelta la carcajada.
Ese ascenso empedrado, que con la lluvia se vuelve una resbaladera, es la pista en la que Liliana se entrena tres días a la semana, durante 30 ó 40 minutos.
Tras cumplir con la Tricolor, ‘Lili’ ya no tiene un lugar dónde entrenarse. Trota por su cuenta con la ilusión de ser llamada a la Copa Libertadores, por Deportivo Quito.
Así fue como llegó a la Sub 20. Antes de vestir la casaca tricolor, jugó la Libertadores representando a Dep. Quito y a Liga, en el 2009 y 2010, en ese orden.
César Zambrano, DT de la Selección, fue quien la convocó. Él la involucró en el mundo profesional, tras observarla jugar en el Colegio Miguel de Santiago.
Conocer a Zambrano es lo mejor que le ha pasado a Liliana, así lo admite su padre, que además asegura que jamás obligó a su hija a jugar con ollitas o con muñecas.
El apoyo de sus padres consistió en dejarla abandonar los estudios por un año. Ahora se alista para dar pruebas en la Facultad de Educación Física.
Hasta que ese día llegue, Liliana ayuda a su madre en la casa: a lavar los platos, alimentar los cerdos y los pollos.
Las sábados y domingos están destinados al fútbol. Ella juega en la Liga Auquí, de Monjas. Antes lo hacía en La Floresta.
Eso la ayuda a mantenerse en forma para las próximas convocatorias. Cuando las chicas no están concentradas, los entrenamientos corren por su cuenta.
Lo que paga la Federación es la movilización y los uniformes. Los padres costean los pupos, aunque la FEF dispone de unos usados.
Lo que también les dio el organismo rector del fútbol nacional, resalta Liliana, fueron USD 200, después de la actuación en Brasil. “Se compró ropa, tampoco es que eso dé para más”, dice el padre.
La cantidad de dinero no les interesa a las jugadoras
El papel de color verde es lo menos importante para la defensa Fernanda Vásconez. Para ella no existe dinero que cubra la sensación de portar la casaca de la Tricolor nacional.
Ella ingresó a la Tri por el amor al fútbol, porque su ilusión fue siempre integrarla. Por esa razón dejó pasar una beca en el exterior. Por la concentración, en enero pasado, también faltó a sus clases en la Universidad San Francisco.
Por esos sacrificios, ella -que se desempeña como defensa central- de sonrisa fácil, no quiere dinero, lo que sí pide es más apoyo para la mujeres que disfrutan de ese deporte. Su madre, que lleva su mismo nombre, la apoya. “La sanción a los clubes por no tener un equipo de mujeres es de USD 1 000. Entonces ellos la pagan”.
A ello atribuyen la derrota en Brasil. Según la defensa, de 19 años, la Selección de Chile realizó una gira por EE.UU. antes de presentarse al Sudamericano. En Argentina, en cambio, se manejan procesos más consistentes.
Con Chile, la Tricolor cayó por 3-1, con Colombia lo hizo por 2-0 y con Argentina cayó por 4-2. “Entregamos todo de nosotras, pero la preparación va más allá de un mes”, afirma Fernanda, resaltando la labor del DT Zambrano y de Vanessa Arauz, su asistente.
Fernanda ingresó en el mundo del fútbol a los 11 años, tras ganar dos torneos nacionales haciendo gimnasia. Se alejó de ese deporte porque era solitario y no le permitía compartir con otros deportistas.
La defensa descubrió sus habilidades con la pelota cuando estudiaba en el Colegio Menor, ubicado en Cumbayá, a minutos de su domicilio, en Miravalle 2.
Ahí integró la selección del plantel y por su desempeño y notas altas se ganó una beca para estudiar Ingeniería Industrial.
Eso le significó un estrés adicional. Para seguir con su vida en la Tricolor, la defensa pidió ayuda a su universidad. Esta le aplazó las pruebas, las que tendrá que rendir durante esta semana.
La dedicación que Fernanda pone a todas sus actividades tiene conformes a sus padres. Ellos fueron los únicos padres que viajaron para apoyar a la Selección.
Tras vestir la Tri, la jugadora sigue con sus estudios y prácticas. Después de terminar la jornada estudiantil, la defensa se coloca su pantaloneta y vuelve a la cancha, ahora, con las compañeras de la universidad. “Cuando termine la ‘U’ no sé qué va a pasar”, dice Fernanda apenada.
Johanna quiere jugar la copa
Johanna Cuichán, de 19 años, está dispuesta a dejar los estudios, por segunda vez, todo, por volver a gambetear en la Copa Libertadores de este año.
Una vez abandonó sus estudios de Psicología en la Politécnica Salesiana y ahora podría hacerlo en la FAE. En este momento estudia para ingresar a la Fuerza Aérea. Esa es su otra ilusión, pero no teme dejarla por ir a jugar fútbol.
Johanna es de estatura media y en la cancha responde al apodo ‘Tolito’. Así fue como la bautizaron en el Colegio 24 de Mayo, en donde obtuvo el título de goleadora.
La jugadora perdió la cuenta de los goles anotados. Es difícil cuando se empieza a jugar a los 9 años. Pero ella sabe que aún le falta anotar en la Tricolor.
Johanna pisó por primera vez una cancha apoyada por sus tías, que la llevaron a escondidas de su madre, pues Jovanna Tipán consideraba que el fútbol era solo para los hombres. Ahora la madre la acompaña y es su principal fan.
Ella la apoya tras observar los logros que ha cosechado durante su vida deportiva y por eso permitió que en la última convocatoria renunciara a su trabajo.
Johanna trabaja para no aburrirse, mientras llegaba la convocatoria para la Selección de fútbol. Cuando llegó el pedido del entrenador fue a pedir permiso, pero como no lo obtuvo dijo “muchas gracias”.
En la Tricolor
Después de participar en el Sudamericano, en Brasil, las seleccionadas recibieron USD 200. La Federación cubrió los gastos de movilización y de
los uniformes.
Las 20 seleccionadas se concentraron recién el 3 de enero, en Guayaquil. En diciembre
se realizó la preselección, a cargo del director técnico César Zambrano.
En Deportivo Quito Liliana Tipán recibió USD 300, con Liga Deportiva Universitaria fueron USD 260. Parte de ese dinero lo utilizó para comprar cosas para su casa.
Fernanda Vásconez continúa en el equipo de fútbol de su universidad. Se entrena de lunes a sábado, durante 150 minutos. Después acude a su casa a realizar las tareas.
Durante la concentración las seleccionadas se dieron tiempo para entablar una amistad. También para jugar billar, en la sede de Fedenador, en
Guayaquil.
Las jugadoras destacan el trabajo de César Zambrano y de Vanessa Arauz. Ella es la primera mujer en graduarse de director técnico, y con las mejores calificaciones.