Parece que la larga crisis de los clubes de Guayaquil, que a los años jugaban una final de ida en su zona, les hizo perder el tino para organizar un partido importante. La gran final entre Emelec y Liga, cumplida en el Capwell, fue un vergonzoso monumento al caos. En el 30-S hubo más orden que en la organización de este cotejo, en que hinchas albos y eléctricos se quedaron sin entrar pese a que compraron su boleto y, para colmo, terminaron gaseados por la Policía. Hubo errores hasta en asuntos elementales: la barra visitante debe entrar primero. Para remate, un jugador de Liga fue herido en la cabeza, dentro de su propio bus.
¿Qué pasó? ¿Hubo mal cálculo en la impresión de boletos? ¿Fue mala fe contra los visitantes? ¿La Policía del Puerto solo se afana en los clásicos del Astillero? ¿El Capwell quedó pequeño? ¿Los dirigentes de Emelec estaban más preocupados de ganar en mesa que en organizar la seguridad? ¿O será que faltó la experiencia que sí tiene Pichincha, por las finales internacionales de Liga y las eliminatorias de los últimos diez años?
A esto se une que Ecuavisa no haya pasado, al menos para Quito, la premiación al campeón en directo. A cambio, ‘deleitaron’ al público con una de las peores películas de Robin Williams. ¿Qué le faltó a Ecuavisa: olfato, planificación o la experiencia de otros canales?
Emelec y Ecuavisa ofrecieron al país la peor final de la década. Muchas gracias.