Con vías de acceso y salida sin terminar o en mal estado, un centro histórico alterado por la construcción del tranvía (que además presenta retrasos) y un aeropuerto que estará cerrado durante un mes para corregir un arreglo previo en la capa asfáltica, Cuenca, definitivamente, no atraviesa un buen momento.
Esta mezcla de circunstancias debió tener un impacto significativo en los ingresos de la capital azuaya por concepto de turismo, especialmente en los meses de julio y agosto, pues la belleza de la urbe es muy apreciada por turistas nacionales y extranjeros que aprovechan esta época del año para visitarla y recorrerla.
Pero más allá del imprescindible y periódico desarrollo de obras para crear nuevas infraestructuras o mejorar las existentes, una ciudad que es Patrimonio Cultural de la Humanidad merece un mejor trato por parte de las autoridades nacionales y locales.
Los trabajos de gran magnitud siempre causarán incomodidades para los habitantes, pero estas se reducirían a su mínima expresión si los ejecutantes cumplieran las previsiones dentro de los plazos. La ciudadanía debe elevar su voz de protesta ante cualquier quebrantamiento de lo inicialmente pactado.