Los acontecimientos venideros proyectan su sombra por adelantado, solía decir Johann Goethe, el genial autor de Fausto y, paradójicamente, alemán de nacimiento.
Esta sentencia acaba de cumplirse a rajatabla hace pocos minutos, cuando el ‘Pánzer’ alemán aplastó sin misericordia al ex glorioso ‘scratch’; un timorato, confundido e inofensivo equipo brasileño que no pudo esgrimir en el césped del estadio Mineirao ni siquiera sus pendones de pentacampeón.
Y, obviamente, cayó humillado sin contemplaciones por una escuadra llena de ambición, estrategia justa y jugadores seleccionados con acierto, sin compadrazgos, rencores ni amarres de ningún tipo.
Y aunque la debacle total que se dio en el sustentable estadio de Belo Horizonte no la esperaba nadie, ni siquiera los teutones; los brasileños sabían que el éxito de su Selección era una cosa incierta, sin un sustento técnico y deportivo que lo respalde.
Los argumentos para ese oscuro panorama, en cambio, tenían sólidos cimientos: la selección de los integrantes, que dejó fuera algunos referentes como Ronaldinho que, aunque ya ‘no corren’, aportan experiencia, confianza y liderazgo; el ‘antinatural’ manejo de la dirección técnica, que privilegió el fútbol de fuerza y rígidos esquemas por encima de la habilidad y la inventiva que llevan en el ADN los futbolistas nacidos en este país.
Además, la malhadada lesión de Neymar Jr, talvez el único que se salía de ese universo de mediocridad y podía aportar con alguna chispa de genialidad para evitar la catástrofe; la conflictiva situación socioeconómica que vive el pueblo porque, al final, la economía es la base de toda sociedad y si la gente no tiene que comer lo que de veras importa es buscar el sustento diario.
Con tantos vectores negativos en contra, a los que se sumaron la desidia y la falta de entrega que mostraron algunos integrantes del ‘scratch’ y la dubitativa conducción de Felipe Scolari, el fracaso no era una entelequia lejana sino algo muy digno de tomarse en cuenta. Como realmente sucedió.
Al final, la frase que Bastian Schweinsteiger, volante del Bayer Munich, dijo hace algunos días y que levantó el avispero mundialista es la confirmación de una verdad más grande que el Maracaná: los brasileños ya no son los magos de antes; son personas normales y corrientes. Y lloran su presente como eso: como seres de carne y hueso.
Quizá el 7 a 1 es un marcador que conlleva demasiado castigo para una escuadra llena de tantos blasones, pero es el fiel reflejo de la diferencia futbolística que tienen en este momento ambas selecciones. Aunque duele mucho no solo a los brasileños, sino a todos los que crecimos aplaudiendo e imitando la fantasía del ‘mejor fútbol del mundo’.