Lanús de Argentina: del sótano del fútbol a potencia americana

Vista del campo de juego de Lanús en las afueras de Buenos Aires, Argentina. Hace 40 años, Lanús estaba en una situación desesperada, casi sin seguidores y con un estadio muy antiguo

Vista del campo de juego de Lanús en las afueras de Buenos Aires, Argentina. Hace 40 años, Lanús estaba en una situación desesperada, casi sin seguidores y con un estadio muy antiguo

Vista del campo de juego de Lanús en las afueras de Buenos Aires, Argentina. Hace 40 años, Lanús estaba en una situación desesperada, casi sin seguidores y con un estadio muy antiguo. Foto: AFP

Hace 40 años Lanús estaba en la ruina, descendido a la cuarta categoría, casi sin socios y un estadio de madera que se caía a pedazos: hoy es un modelo de club y potencia futbolera que jugará la final de la Libertadores con el brasileño Gremio.

¿Es un milagro? ¿Un golpe de suerte del destino? Una posible respuesta está en unos rinconcitos de su estadio La Fortaleza, ahora moderno y remodelado. Será la sede del partido de vuelta, el 29 de noviembre, tras la ida en Porto Alegre este miércoles.

A 20 minutos en auto desde Buenos Aires y en el corazón de una ciudad de trabajadores, desocupados y clase media baja, hay dos carteles que ofrecen una pista del secreto de Los Granates.

Un cartel proclama: “Piensa, cree en ti mismo, sueña y arriesga” y otro asegura que Lanús “es el club de barrio más grande del mundo” . Ahora tiene 40.000 socios y las cuentas en orden. Una rareza en el fútbol argentino.

Lo explica su presidente, Nicolás Russo: “Lanús no es un club de fútbol. Es un club social 'con' fútbol. Es manejado por sus socios. Se acabaron los mecenas. Las decisiones se toman en asamblea. Hay unidad de todas las agrupaciones políticas. Hay un proyecto, planes y buena administración”.

Casi 100 años de espera 

Los lanusenses tuvieron que esperar casi 100 años desde su fundación para dar una vuelta olímpica. Tuvieron grandes equipos y jugadores legendarios, pero fue en 2007 cuando conquistaron el campeonato de primera división.

Después ganaron la Copa Bicentenario y la Supercopa argentina, la Copa Conmebol, la Copa Sudamericana y en 2016 otro campeonato de primera. Fue subcampeón en una Conmebol y cinco veces a nivel local.

En 2007 lo dirigía un exjugador y símbolo del club: Ramón Cabrero, recientemente fallecido. En el ataque estaba un ídolo y emblema, que pronto será estatua por su amor a los colores granates: Lautaro Acosta.

Un hincha y empleado de marketing, Federico Arselli, dice la clave de tanto progreso: “Se trata de mantener la vocación por el club. La idea es darle algo más que ir a la cancha. Es hacer honor a varias generaciones de simpatizantes”.

Tampoco Lanús es el paraíso. El campo de juego luce ondulado, irregular. Al césped lo mantienen empleados y voluntarios, unidos por su pasión 'granate', como se conoce a este club por el color de su camiseta.

Tres de las cuatro tribunas están techadas. En la crisis de 1978, cuando se fue al descenso, pudo haber perdido el predio. “La parte social es muy fuerte. Hay deportes en 23 hectáreas, otras dos sedes en el centro de Lanús, 4 gimnasios y 3,5 hectáreas en el límite con la capital”, cuenta Russo.

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