Es un entrenador innovador. Siempre se preocupa porque sus jugadores adquieran una forma de juego y también buenos hábitos.
Ese es Jorge Célico, quien lleva seis años en la Católica, club con el cual ya se clasificó a dos Copas Sudamericanas y este domingo podría ir a otro torneo internacional.
Su proceso con los ‘camarattas’ se inició el 4 de noviembre del 2009, en las inferiores. Pero su sueño era dirigir al equipo de Primera, al que llegó en octubre del 2010. En este trayecto ha promovido a decenas de futbolistas, que en la actualidad se destacan en el equipo y que también han ido a otros.
El técnico argentino, de 51 años, comparte lo que aprendió de sus mentores: Aristóbulo Deambrossi y Osvaldo Crosta, argentinos, cuando se inició en el fútbol.
En su país, Célico fue director de las formativas de Huracán, club del que es hincha.
En ese tiempo fue parte del proceso de formación de Christian Cellay, defensa del Mushuc Runa, Mariano Andújar, quien ataja en Estudiantes de La Plata; Emanuel Villa, goleador del Querétaro…
Una de las cualidades de Célico es que sus enseñanzas incluyen valores, personalidad, charlas de motivación y recomendaciones. Eso le da un plus a su estilo: un DT ordenado y ofensivo en la cancha.
Jorge Célico, entrenador de la Universidad Católica. Foto: Eduardo Terán / EL COMERCIO
Tras el descenso del club a la Serie B, en el 2010, los nombres de Byron Cano, Carlos Moyano, Carlos Ortiz, Jonathan de la Cruz, Leandro Lemos, Jimmy Delgado, Luis Celi, entre otros, se convirtieron en la base de los equipos del 2011 y 2012. La mayor parte de este grupo vivió en una concentración para 24 juveniles, en La Armenia.
Uno de los aciertos, con el apoyo de la dirigencia, fue mejorar lo que ofrecía el club para los jugadores, dotándoles de una concentración, un comedor, duchas de agua caliente, casilleros y canchas de entrenamiento en perfectas condiciones. “El gimnasio que tenemos es pura autogestión. Compramos las máquinas a buen precio en una página web”.
Célico ahora apunta a otro proyecto más ambicioso. Busca que el equipo de Primera, en su totalidad, surja de la cantera y así lograr que la rentabilidad de las transferencias de jugadores se convierta en reinversión.
Otro de sus proyectos es implementar una cancha sintética, porque en el valle de Los Chillos llueve mucho y varios entrenamientos se han detenido a causa de las lluvias.
Célico no se niega al avance tecnológico y está convencido en invertir, en ‘softwares’ sofisticados, que procesen el rendimiento de los jugadores, para establecer una base de datos más científica y saber así en qué de debe mejorar.
“Hasta hoy nos duele esa derrota con Emelec (0-7) en Guayaquil, en el 2013, porque desinfló al equipo”, recordó. Dice que en esta temporada sería distinta, si no hubieran cedido una derrota ante el Quito y el empate ante Mushuc Runa.
Jorge Célico, entrenador de la Universidad Católica. Foto: Eduardo Terán / EL COMERCIO
Decisiones con resultados
En el proceso de la Católica logró que el club transfiera a Andrés Mendoza al balompié uruguayo, a Armando Wila al Oriente Medio; Jonathan de la Cruz, Federico Laurito y Henry Patta al Barcelona. “Potenciamos a estos jugadores para que su venta
rinda beneficios al club”.
Su acertada decisión le llevó al ‘Trencito Azul’ a incorporar futbolistas de proyección, como Robert Arboleda, a quien enfrentó en la Serie B, cuando el zaguero esmeraldeño jugaba en Grecia, de Chone.
Romario Ibarra, Alexander Godoy, Jimmy Delgado y el recientemente incorporado Andrés López son otros que logró fichar antes que otros clubes. Ibarra elogia el trabajo del DT. “Él me hizo debutar y encontró virtudes en mi juego. Es un formador y un buen estratega”.
A dos días de que culmine la segunda etapa, Célico sueña con que sus futbolistas den el “salto de calidad”, luego de todo el sacrificio que vienen haciendo desde que estaban en la Serie B. Él es paciente y en caso que esta opción no se concrete, apuntará al 2016 para que Católica vaya por un capítulo inédito: campeonar.
Para conseguir plasmar esta aspiración, busca despertar en sus jugadores ese ímpetu extra que les acerque más a sus sueños, pero sembrando esta expectativa, característica que
les ha inculcado desde que estaban en las inferiores.
“Las formativas son el eje del fútbol. Si un chico juega bien a los 10 años, puede destacarse a los 20 en Primera”.