Partió un lunes por la noche y hasta que llegó el sábado 22 de marzo a las 15:00, recorrió 340 kilómetros y coronó 10 cumbres que tenían entre 4 200 y 5 897 metros de altura sobre el nivel del mar.
Durante las 110 horas que tardó este desafío personal, Gonzalo Calisto, deportista élite de aventura, lidió con la lluvia, el frío, el cansancio, las pocas horas de sueño, y sobre todo con la altura.
Para evitar los riesgos, un grupo de siete deportistas, estudiantes y amigos, acompañaron a Calisto. Todos le dieron soporte técnico pero también psicológico.
Cuando el trayecto se volvió más pesado, conocieron una faceta de Gonzalo que no habían visto nunca. Estaba cansado y desgastado físicamente. Entonces le dieron fuerza para que pudiera completar un sueño que se trazó por los Illinizas, el Corazón, Rumiñahui, Cotopaxi, Sincholagua, Pasochoa, Atacazo, el Guagua y el Ruco Pichincha.
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Mientras tanto, Mónica Crespo, esposa de Gonzalo, seguía, desde Quito, la travesía de su marido. Cuatro días y 14 horas de aguantar las preocupaciones y el estrés, de esperar que nada malo le pasara.
De soportar el dilema de dejar a su esposo cumplir un sueño, conociendo lo peligroso que este podía ser. Durante la travesía, Gonzalo pudo hablar solo dos veces con ella: en Machachi y Aloasí. En la cumbre del Pasochoa habló con su hermano Juan José. El resto del camino no tuvo señal en su teléfono celular.
El trayecto fue complicado. Después de las primeras 24 horas sin dormir, Gonzalo sintió que su cuerpo no funcionaba tan eficientemente. El clima fue “implacable”. Excepto el Pasochoa, todas las otras montañas estuvieron duras, congeladas y con pasos peligrosos por el hielo en las rocas. Así transcurrió la semana.
Al llegar a Quito, la gente le acompañó desde el Teleférico a la Cruz del Papa, con aplausos y vivas. Su hijo Matías le recibió en el Teleférico y le pidió que le llevara en la próxima travesía, para conocer las cumbres de esas montañas.
Su hija Micaela le dio un trofeo que tenía dibujado un lobo. Para ella, su papá es el “lobo solitario de las montañas”. Isabela, en cambio, le dio un abrazo y suspiró.
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Con los días, Gonzalo se ha recuperado del cansancio, viajó a la playa para reponer energía y así va procesando este desafío conseguido.
Él respondió un cuestionario de preguntas en la que admite el esfuerzo en su travesía, sus sueños, derrotas…
Si tiene que mencionar una cosa contra la que luchó durante la travesía, ¿cuál escogería?
La esencia de este proyecto fue un homenaje a mi primo Javier Vélez. Lidiar con la ausencia física de él y de mi madre durante la travesía, de estas dos grandes pérdidas que he tenido en este poco tiempo, creo que eso es lo más duro. El llegar a cada cumbre y querer compartir con alguien que ya no está es difícil. Fue un desafío en el que, en las etapas iniciales, tuve mucho dolor, mucho sufrimiento y cuando llegaba a las últimas cumbres, lo fui superando lentamente.
¿Cómo describiría al cansancio?
El cansancio es una sensación del cuerpo que se refleja, en este caso, en las piernas. El no poder poner un pie adelante del otro es el cansancio extremo y sólo es una sensación. La voluntad siempre puede más que esa sensación.
¿Cómo resistió el cansancio?
Pienso que nunca estuve cansado. Tuve sensación de mal de altura, y eso me quito un poco de energía. Tal vez no lo percibí tanto; realmente mi voluntad y mi determinación estaban muy en alto durante toda la travesía.
¿En algún momento pensó en rendirse?
Después del Cotopaxi, subiendo al Sincholagua, llegué a 4200 metros para encontrarme con mi equipo de logística y cuando llegué sentí que el cuerpo se apagó totalmente. Por más que intentaba caminar, realmente no conseguía desplazarme. Hice una parada de dos horas, a dormir en un vivac entre los pajonales y eso reanimó mi cuerpo, mi mente y pude continuar.
¿Cree qué está explotando su cuerpo?
Totalmente. Pienso que mi cuerpo está ahí para subsidiar lo que mi mente y mi espíritu quieran hacer. El costo a veces puede ser grande, estoy consciente de los riesgos en el cuerpo, mas entreno y preparo mi cuerpo para que soporte estos grandes retos.
¿Qué piensa de la montaña?
Las montañas son titanes; son seres místicos, tienen una energía impresionante, son capaces de estar, un día totalmente benevolentes y dejarte subir, y ese mismo día pueden aniquilarte con un pestañeo. Son lugares de aprendizaje ilimitado.
Cuando está a punto de dormir, ¿se vienen imágenes a su cabeza de la travesía?
Los primeros días después del desafío tienes bastante confusión mental del orden. Incluso el orden de las cumbres no está muy claro y al pasar de los días se van clasificando de una forma correcta. El cuerpo siente que sigue haciendo actividad. De hecho, los primeros días te levantas, me levanto totalmente mojado la camiseta, sudando, como si hubiera estado en actividad física. Es impresionante ver cómo el cuerpo empieza a recuperarse, desde lo físico hasta lo emocional. Es lindo ese proceso.