Nazareno nació en Lago Agrio, en Sucumbios, el 17 de enero de 1988. Foto: David Paredes / EL COMERCIO
Entrevista a Geovanny Nazareno, jugador del Delfín.
¿Cómo es su vida en el puerto de Manta?
La verdad que muy tranquilo. La ciudad es bonita. Aquí uno pasa del trabajo a la casa. Alterna los entrenamientos en el complejo (Los Geranios), con el descanso y el gimnasio por la tarde. Desde que llegué he tenido que dedicarme mucho para ganarme la confianza del técnico y estar en el equipo titular.
¿Qué representó Barcelona en su carrera?
¡Mucho! Crecí en Barcelona. Todos sabemos eso, que estuve gran parte de mi carrera allí. Para mí representa muchísimo. La institución me abrió las puertas en un momento oportuno y siempre seré agradecido por la oportunidad que me dieron.
¿Qué le dicen en la casa sobre su momento actual con el Delfín?
Están contentos. Ellos siempre me apoyan. Han estado ahí en las buenas y en las malas. Es curioso porque mi papá es hincha de Barcelona. Es fanático a muerte. Mi mamá también es bien hincha, pero ellos siempre me apoyan y han sido claves en mi carrera. Cuando enfrento a Barcelona, preferible no apostamos nada. Es mejor disfrutar de esos partidos.
¿Dónde nació su gusto por los tatuajes?
Desde pequeño ya los tenía. Me gusta lucirlos. La verdad, he perdido la cuenta de todos los tatuajes en mi cuerpo. Los últimos que me hice fueron por poner el nombre de mis hijos, de mi esposa y mis padres. Ellos estuvieron conmigo en los momentos duros (sancionado por consumo de un fármaco prohibido). Soy agradecido por estar junto a mí en estos momentos.
¿Qué nombres se tatuó?
El de mis hijos: Carolai y Geovanni. También el de mi padre, Vidal. Ellos viven en Lago Agrio. Somos de allá y siempre están pendientes. Tengo muchos amigos en Guayaquil porque estuve en Barcelona y Emelec (en el 2016). Ahora están contentos por todo lo que estoy viviendo acá en el Delfín.
¿Cuánto ha influido la experiencia suya en un equipo pequeño?
He tenido la suerte y la bendición de estar en equipos grandes. Normalmente es muy diferente en un grande. La experiencia que uno ha adquirido también ha ayudado mucho en este grupo. Siempre hablo con mis compañeros de esas diferencias y de lo importante de triunfar en este equipo.
¿Le gustan las rosquillas que le regala la gente de Manabí?
Es el cariño del hincha del club. Son muy ricas y eso demuestra que los manabitas son gente generosa. Además, son muy ricas.
¿Dicen que usted, los miércoles, es el primero en sentarse a la mesa a la hora de los encebollados?
Es una sana costumbre sentarnos a comer y conversar un rato. Uno madruga al entrenamiento y después de la exigencia física es sabroso disfrutar de un plato que es tradicional en esta ciudad.
¿Cómo es su relación con el entrenador Guillermo Sanguinetti?
Tranquila. Es un técnico que trabaja mucho en la motivación del grupo. Es muy exigente en los entrenamientos. Desde que iniciamos el año hemos tenido buenos momentos en el grupo.
¿Se disfruta más estos logros en equipos chicos?
Claro. Ha sido una campaña inolvidable. Cuando empatamos a Emelec, en Guayaquil, nos convencimos que estábamos para pelear la etapa. De local sufrimos algunos partidos y esos triunfos se disfrutan más. El apoyo de la gente se volvió clave en los momentos más duros.
¿Orar en grupo se volvió una costumbre?
Lo hacemos en cada entrenamiento y antes de los partidos. La bendición de Dios ha sido clave en esta campaña. Siempre soy agradecido con el Todopoderoso.
Si usted anota un gol ante Barcelona o Emelec, ¿lo festeja?
No. Por respeto a las hinchadas y a las instituciones. Son equipos grandes.
Hoja de vida
Nació en Lago Agrio, en Sucumbios, el 17 de enero de 1988. Jugó en la Sub 17 de Barcelona.
Trayectoria
En Barcelona hasta el 2007. Pasó por Deportivo Quito, en el 2008. Volvió a Barcelona el 2009 y estuvo hasta el 2015. Pasó por Emelec el año pasado.