El volante manabita Efrén Mera en el entrenamiento del miércoles 10 de junio en el Centro de Alto Rendimiento de Chillo Jijón, en Sangolquí. Cortesía de Independiente del Valle
En los 14 clubes de la A que regresaron la semana pasada a las prácticas, al menos hay un futbolista que llegó con exceso de peso. Después de 87 días alejados de las canchas de entrenamiento, los jugadores se subieron a la balanza. Lo hicieron para evaluar su peso; también se sometieron a pruebas antropométricas.
¿El objetivo? Medir la masa corporal y el porcentaje de grasa que aumentaron durante el confinamiento, que empezó en marzo por la pandemia del coronavirus. Durante el tiempo de encierro, los futbolistas se adaptaron a entrenamientos guiados por los cuerpos técnicos. Practicaban con monitoreo a través de la plataforma Zoom, pero el control de las rutinas diarias de alimentación era responsabilidad de cada uno.
“Tres futbolistas registraron 2 kilos de más por el encierro. Es normal, porque fueron casi 90 días. Empezamos un plan para que recuperen el peso y el rendimiento que habíamos logrado hasta antes de la paralización”, explicó Marco Connena, preparador físico de Barcelona de Guayaquil.
En el primer entrenamiento de los clubes, el miércoles pasado, los médicos y los preparadores físicos fueron los primeros que buscaron los datos exactos sobre posibles lesiones, peso y grasa corporal.
Harold Rodríguez, preparador físico de El Nacional, detalló que tras las valoraciones en el equipo criollo hubo un grupo con índices altos de grasa. Después, mediante la aplicación de varios test, se midió la fuerza y la respuesta cardiovascular a la exigencia física.
Los resultados no fueron alentadores. La mitad del grupo registró problemas en el rendimiento físico. Rodríguez debió elaborar un plan de entrenamiento para tratar de nivelar a todo el grupo.
En Universidad Católica, Independiente del Valle y Liga de Quito también se hicieron evaluaciones minuciosas. En los tres clubes capitalinos se cataloga como exitoso el plan realizado con los nutricionistas, los médicos y los encargados de la parte física.
Juan Carlos Ángel, preparador físico de Católica, contó que fue necesario elaborar un plan de entrenamiento diferenciado para cada jugador.
Para esto se analizó el espacio que tenía cada uno para ejercitarse. En unos casos, eran las salas de los departamentos; en otros, las terrazas. En las mejores circunstancias algunos sí tuvieron espacios amplios para practicar.
Ángel investigó sobre planes que aplicaron algunos clubes europeos para que no perdieran el rendimiento y preparar el regreso a la actividad.
“Organizamos cada detalle. Después de cumplir lo que planificamos yo desaparecí durante dos semanas, en las que trabajaron la nutricionista y el psicólogo”, manifestó Ángel.
Una de las dolencias comunes que tuvieron los futbolistas al entrenarse en sus domicilios fue el dolor de tobillos y rodillas, por la dureza de las superficies en que trabajaban.
Por eso, en el primer entrenamiento se planificaron jornadas de baja exigencia. Caminatas, ejercicios en colchonetas, pesas, flexiones y contacto ligero con la pelota se realizaron en los primeros tres días. Una de las recomendaciones fue no patear con fuerza la pelota y evitar piques de velocidad. Esto porque los arranques abruptos y frenar de golpe pueden causar lesiones.
Desde esta segunda semana de trabajo se irá aumentando la intensidad de las prácticas. Además, se mantendrá la rigurosidad en la aplicación de los protocolos. La toma de la temperatura, el lavado de manos y el distanciamiento social seguirán siendo claves.