‘Jugaron por nosotros, por la camiseta y nunca lo vamos a olvidar. Ellos (y señalaba las imágenes de los jugadores retirándose de la cancha) jugaron por el pueblo”, repetía Carina, de 29 años.
El silbato sonó y con lágrimas rodando en la mejilla, ojos rojos y caras entristecidas, todos los que estaban en la Plaza Independencia dieron un aplauso cerrado a la Selección que cayó ante Holanda y gritaron más fuerte que nunca “Uruguay nomá”.
En la pantalla gigante se mostró la conferencia de prensa que brindó el maestro Óscar Washington Tabárez. Su voz en los altoparlantes motivó que muchos hinchas que se estaban alejando de la Plaza Independencia volvieran para escucharlo.
“Estoy orgulloso de mis futbolistas” y “si tuviera que elegir una derrota sería muy parecida a esta”, fueron las dos frases de Tabárez que tuvieron más eco en los hinchas. Después de escuchar al maestro, uruguayos que estaban llorando comenzaron a cantar. “Grande maestro”, gritándole a la pantalla más de uno.
Hay que entender a Tabárez desde lo especial de la situación. Es un equipo que está a las puertas de mejorar su última mejor actuación, que fue en México 1970, cuando salió cuarto. Desde su condición de país que alguna vez se sintió potencia, Sudáfrica 2010 puede convertirse en un punto de partida para su fútbol.
La garra charrúa, la misma que pese a todos los esfuerzos no alcanzó para virar ese resultado, puede decirse que dijo otra vez presente en una Copa del Mundo. Los jugadores uruguayos no rezongan por los fallos de los jueces, se aplauden por el corazón entregado pese a la derrota.
Se trata de un grupo de futbolistas que se siente con la autoridad y la tranquilidad de haber buscado la final por los caminos más importantes que puede proponer el fútbol: la búsqueda y la entrega. Se conjuraron maquillar las limitaciones y que el esfuerzo fuera un arma para pelear hasta el final en las situaciones límite. Así, Uruguay le puso hierro hasta el último minuto a una semifinal que Holanda ganó con toda autoridad.
Así lo piensan los integrantes de este plantel celeste, que pueden sentirse a la altura de aquellas virtudes que demostró la generación de Nasazzi, Andrade, el Manco Castro y Gestido, que les dio a los charrúas el primer título en los mundiales, en 1930. O la del recordado Obdulio Varela en el Maracanazo de 1950.
Tras el pitazo, las lágrimas de algunos futbolistas uruguayos se perdían en el horizonte, confundidas entre decenas de brazos que apuntaban al cielo desde una de las esquinas del Green Point. Entre gritos y saltos, recuerdos de antiguas frustraciones y un final adverso, los jugadores, gestores principales de otra tarde eufórica a pesar de la derrota, no cesaban de cantar un himno que estalló inevitable, pese a las vuvuzelas naranjas. “Vamo, vamo arriba la celeste”, era la música elegida, tal como ocurrió en la Plaza.
A la hora de hacer reflexiones, “nos vamos tristes, pero satisfechos porque más allá de que no nos tenían en cuenta, demostramos que estamos a la altura de una semifinal. Salimos a jugar de igual a igual y presionamos bien a los holandeses. Hasta el último minuto el partido estuvo abierto”, dijo el DT.
Sobre el futuro, Tabárez indicó: “Hay que enterrar este partido. Hacer el duelo y salir a jugar por el tercer puesto como fue con Holanda, dar una imagen como la de ese partido. Es una oportunidad más de demostrar qué es lo que intenta este Uruguay, que trata de jugar de igual a igual, que juega correctamente. Demostrar que es posible a pesar de nuestras limitaciones”.
“Los goles de ellos llegaron en el peor momento y fueron golpes duros”, argumentó de su parte el arquero Fernando Muslera. Mientras que Maxi Pereira justificó: “Hice el gol y casi no lo pude festejar. Fuimos a buscar el empate, pero lo que quedaba del partido pasó rapidísimo y no nos dio tiempo para empatar”.