Basta que Carlos Tévez salga a la cancha para que la afición argentina brame. Es el ‘jugador del pueblo’, el símbolo del fútbol de potrero, del ‘ponerle huevos’ que a veces en la albiceleste gusta más que el fútbol.
Que el delantero del Manchester City fallara el penal decisivo de Argentina ante Uruguay el sábado hace que el trago sea más amargo para la hinchada.
Que errara el ‘Apache’ es, además, un símbolo de la atribulada dirección de Sergio Batista.
El jugador se ‘borró’ del amistoso ante Brasil en noviembre y Batista le bajó el pulgar.
Pero el clamor popular y una reunión promovida por el máximo goleador de la Premier convencieron al técnico. Jugo de titular en los dos primeros partidos de la Copa con mal resultado personal. Pero ante el empate 1-1 del sábado en Santa Fe, la necesidad y otra vez los cánticos del pueblo… Tévez entró a la cancha, pateó el penal y falló. “Yo le apunto a la cabeza del arquero. Si lo erro, lo erro… Pero que se queda sin cabeza, seguro”, dijo al responder una pregunta de cómo patearlo en el 2006.
El sábado no marcó y Fernando Muslera conservó su cabeza.
Hoy, tras su error en el penal, quizás sea menos ídolo, pero seguramente no le afectará porque, al fin y al cabo, Tévez construyó su leyenda dentro de la cancha y con lo que vivió fuera de ella.
Tévez es venerado por su origen humilde (nació en Fuerte Apache, un suburbio peligroso de Buenos Aires) y su historia de superación personal. “Si no fuera por el fútbol, estaría muerto, en cana (en la cárcel) o tirado en la calle por ahí drogado”, dijo en una revista de cultura villera.