La mitad de los 50 millones de sudafricanos vive debajo de la línea de pobreza, un escenario que ha permitido que la violencia sea una actividad común entre sus habitantes.
Las estadísticas del 2009 aterran al turista: en el país se registraron 50 asesinatos al día, lo que convierte a Sudáfrica en el cuarto país en este rubro, solo superado por la India, Rusia y Colombia.
La prensa internacional no deja de hablar del tema, al punto de que el secretario general de la Federación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA), Jerome Valcke, pidió a los medios que “no maten al Mundial de este año, antes de su primer partido”.
Pero, con tantos acontecimientos, es difícil cerrar la boca, por lo que los golpes a la confianza han sido frecuentes. Por ejemplo, el periodista brasileño Cristiano Dias, enviado del diario O Estado, de Sao Paulo, a Sudáfrica, fue asaltado en Johannesburgo. Él publicó su experiencia, difundida en varios diarios del mundo: “Centro de Johannesburgo, tarde de sábado. En plena luz del día, a la salida del Carlton Center, uno de los edificios comerciales más importantes de Sudáfrica, fui atacado por nueve hombres armados que me tiraron al piso. Se llevaron mis documentos y dinero, pero me dejaron con vida”.
Otro hecho que disparó los temores fue el asesinato, el 3 de abril, de Eugene Terreblanche, líder del Movimiento de Resistencia Afrikáner (AWB), formación neonazi que se opuso tenazmente al fin del apartheid.
Terreblanche, de 69 años, fue asesinado en su granja de Ventersdorp, a 200 kilómetros de Johannesburgo, por dos hombres de raza negra, tras una disputa derivada de un tema salarial.
Ante esto, el ministro de Seguridad sudafricano, Nathi Mthetwa, comentó que ese crimen no incidirá en el Mundial y garantizó la integridad de los turistas.
Sus promesas volvieron a cuestionarse una semana después, con una advertencia del grupo terrorista Al Qaeda, que anunció ataques explosivos en los estadios durante los partidos. Al Qaeda incluso amenazó con usar explosivos indetectables.
Después de esto, las autoridades de este país, salieron a decir que el Mundial se hará en paz.
Mejor que las palabras han resultado los pasos aplicados por la Policía. El Gobierno reclutó 50 000 hombres a su fuerza pública, a los que dotó de implementos como seis helicópteros, 10 vehículos de comando móvil, 100 vehículos de alto rendimiento, aeronaves no tripuladas, trajes acorazados y cañones de agua, que serán utilizados en el torneo.
Esos nuevos agentes fueron entrenados especialmente para el Mundial por la Gendarmería francesa, experta en lidiar con hinchas violentos. Se encargarán del control de las fronteras, la seguridad vial, urbana y de los estadios, y de la conducción de multitudes durante el torneo.
Hay más. Sudáfrica anunció que también entrarán en acción los Equipos de Respuesta Táctica, entrenados para enfrentar problemas más serios como ataques químicos, secuestros y otros.
Aunque la seguridad está reforzada desde el punto de vista policíaco, hay dudas sobre la calidad de las vías de transporte y el papel de los dueños de los minibuses, grupo habitualmente violento que quedó fuera del Mundial.
Para contrarrestarlas, el Gobierno aplicó un plan de remozar las terminares aéreas (USD 2 700 millones de dólares se gastaron en este rubro), para que los aviones operen durante las 24 horas y se habiliten 45 000 vuelos entre las ciudades de Johannesburgo, Ciudad del Cabo y Durban.
El transporte por tierra es un asunto mucho más crítico, aunque Johannesburgo ya estrenó su flamante Gautrain Rapid Rail , un metro que conectará a la ciudad con Pretoria, la capital.
Los taxis son un problema. Hay de dos tipos, los que tienen taxímetro (poco frecuentes y que solo se pueden conseguir por teléfono) y los llamados minibuses (muy populares pero también inseguros porque los choferes violan las normas de seguridad, según los reportes oficiales).
Los choferes de minibuses, con fama de violentos, fueron excluidos de los planes del Mundial y amenazaron con protestas durante el torneo, lo cual ha generado más temores de inseguridad.
Por eso, las autoridades estiman que, si los hinchas se limitan a usar el transporte especial dedicado al turismo mundialista, no habrá problemas de seguridad.