Marjorie Santos no quitaba la mirada de su televisor de color negro y pantalla plana. Eran las 12:45 de ayer y ella esperaba que las selecciones de Chile y España salieran a la cancha del estadio Loftus Versfeld de Pretoria (Sudáfrica). En ocasiones ni siquiera pestañeaba por temor a perderse los detalles de los momentos previos al partido.
No es chilena ni española. No conoce ninguno de estos países y tampoco tiene familiares que vivan en ellos. Pero este compromiso tenía una importancia especial para ella y para toda su familia. Su hijo mayor, Gabriel Andrés (10 años), saldría a la cancha de la mano de uno de los famosos futbolistas de una de las dos selecciones.
Gabriel ganó un concurso de la multinacional McDonald’s después de elaborar un video en el que relataba un partido donde aparecía su tortuga jugando fútbol. El certamen consistía en elaborar un video de un minuto, una fotografía o un dibujo creativo que muestre la pasión de los participantes por el fútbol y por el Mundial.
Los ojos de Marjorie brillaban detrás de sus lentes de lunas delgadas. No dejaba de reír y frotaba sus manos. Su ropa contrastaba con las de los primos, tías y abuelos de Gabriel, que vestían camisetas y gorros de la Selección ecuatoriana de fútbol. Eran 15 en total.
Marjorie lucía más formal con un pantalón azul, una blusa blanca y un chaleco celeste. Ese es su uniforme de trabajo en la exportadora de plásticos Milatex. Sus jefes le habían dado permiso para que se reuniera con sus familiares que la esperaban con globos de colores amarillo, azul y rojo y pitos de todos los tamaños.
Su teléfono Blackberry no dejaba de sonar. Entraron cinco llamadas y llegaron cuatro mensajes de texto. Eran sus compañeros de trabajo que querían saber con qué equipo iba a salir Gabriel. Marjorie no lo sabía, por eso solo les decía que estuvieran pendientes y que no quitaran la mirada del televisor cuando los dos equipos salieran a la cancha.
La última vez que Marjorie había hablado con su hijo y con su esposo fue la noche del jueves a través del chat. Gabriel le dijo que había hecho safari (expedición o viaje que se lleva a cabo en algunas regiones de África) y que había jugado un partido de fútbol con niños de otros países que, al igual que él, habían ganado el mismo concurso.
Le dijo además que su sueño era salir a la cancha de la mano de su ídolo, el defensa español Carles Puyol (Barcelona) o del arquero Iker Casillas (Real Madrid). Marjorie le había dicho que tenía que hacer “berrinche” si es que no le permitían hacer su sueño realidad.
Sus suegros y sus papás, los abuelos de Gabriel, escuchaban a Marjorie con atención mientras les contaba detalles de su última conversación con su hijo y su esposo. La plática duró hasta que la frase “equipos a la cancha” se escuchó en la voz del relator Paco Álvarez.
En ese momento, las miradas se detuvieron frente al televisor. Uno a uno desfilaron los jugadores chilenos y españoles hasta que de la mano de Puyol apareció Gabriel con una seriedad que pocos en su casa le conocen. Lo califican un niño alegre, estudioso y entusiasta. Eso se puede confirmar en las ocho fotos de él que se encuentra en la sala y en el comedor de la casa.
Para su madre y sus familiares fue fácil identificarlo. Todos extendieron su dedo índice y señalaron a la pantalla del televisor. “Ahí está, ahí está”, decía Marjorie preocupada porque todos vieran a su hijo.
Gabriel salió tres veces en la pantalla. Su aparición duró medio minuto, pero la emoción de sus familiares duró 90, porque a partir de ese momento dejaron de alentar a Chile. Toda la familia celebró los goles de los españoles David Villa y Andrés Iniesta a los 23 y 36 minutos, respectivamente.