Un Mundial de fútbol, algo impensable hace cuarenta y ocho años, cuando Nelson Mandela, el líder del Congreso Nacional Africano (su partido político) ante la protesta del mundo, estaba en la cárcel y condenado a cadena perpetua por sabotaje y activismo. Se oponía a la injusta situación del brutal racismo que imperaba en el sistema político de su país. Ni el hoy nonagenario símbolo de la lucha contra el “apartheid” hubiese imaginado entonces que su Sudáfrica sería escenario del evento deportivo de mayor interés del planeta: El Mundial 2010.
Derrotando la incomprensión e injusticia los negros (sin eufemismos ,ya que no cabe decirles a los nativos de África, “afrodescendientes”) consiguieron la libertad de su ícono, lo eligieron Presidente(1994- 1999), instalaron elecciones libres y el sufragio universal por primera vez y comparten hoy poder y responsabilidades allá donde la convivencia civilizada es un proceso.
Nelson Mandela recibió el Premio Nobel de la Paz en 1993 y el reconocimiento universal. Sus largos años de cárcel fueron recompensados con la libertad de su pueblo.
En las barriadas pobres la inequidad todavía anda suelta por este país de tres capitales. Pretoria, Ciudad del Cabo y Bloemfontaine se reparten las funciones de la institucionalidad pero la ciudad más poblada es Johannesburgo.
El inglés es apenas una de las once lenguas oficiales, que junto con el afrikans- una mixtura de lenguas nativas con el holandés- comparte la diversidad linguística con zulu, suasi, setsuana y otras hablas ancestrales.
Sudáfrica acoge a miles de aficionados al fútbol de Europa blanca, América mestiza, Asia , amarilla y a los vecinos más representativos, aquellos del África ecuatorial de Ghana, Nigeria y Camerún, a Costa de Marfil y la árabe Argelia.
Sudáfrica tiene algo más de 1’200 000 kilómetros cuadrados y casi 50 millones de habitantes. Su PIB (USD 467.600 millones) es nueve veces mayor al de Ecuador. El ingreso per cápita, USD 10600.
Donde antes era el dolor, hoy es una fiesta. El mundial está por un mes en la tierra del gran Mandela. ¡ Jabulani!