Las vueltas del destino: Félix Franco entró a las Fuerzas Armadas del Ecuador porque su padre no le dio permiso para que se dedicara al fútbol como profesión. La milicia era una carrera. El balompié, una simple quimera. El hijo, obediente, entró a la conscripción.
Cuatro años después, Franco es soldado de la Fuerza Aérea, pero también integrante de la Selección Nacional que representará a Ecuador en el Mundial Militar de Brasil del 2011. Franco, que buscaba ser paracaidista y oficial, terminó jugando fútbol por orden superior… y sin enfadar a papá.
La Selección militar ganó ese cupo en un torneo que fue toda una aventura y que se definió en el partido por el tercer puesto, con Surinam, el seleccionado del país anfitrión, el 15 de noviembre.
Franco fue uno de los héroes de la jornada. El marcador estaba 2-2. Faltaban 10 minutos para el pitazo final. En un contragolpe, uno de los delanteros de Surinam fue derribado en el área. Penal. Todo parecía derrumbarse para Ecuador. Pero Franco lo atajó. Pasó lo de José Francisco Cevallos en Liga: Ecuador se motivó y el cabo segundo Edwin Toala marcó el 3-2 que dio a Ecuador el boleto a su primer Mundial Militar.
Franco admira a Cevallos, pero más a su padre, quien también se llama Félix Franco y que fue arquero de equipos como Valdez, Deportivo Cuenca, Deportivo Quevedo y 9 de Octubre.
Franco padre no quería que su hijo sufriera la parte triste del fútbol. No es que el muchacho no tuviera condiciones. Incluso era seleccionado de Los Ríos. Quizás probarse en un equipo era lo más natural. Pero los padres siempre quieren que los hijos estén a salvo de las decepciones.
Cuando su hijo fue designado arquero de la Selección militar, decidió heredarle algunos consejos para el oficio de guardameta. El que más sirvió al soldado Franco fue la receta para achicar y salir airoso en los mano a mano con los delanteros. Ecuador 3, Surinam 2. Gracias, papá.
Un equipo histórico
Ecuador, tierra de futbolistas, nunca antes se animó a enviar una selección al Campeonato Continental, organizado por el Consejo Internacional del Deporte Militar. El Continental es la eliminatoria para el Mundial Militar. Sortearlo es tan difícil como desactivar una bomba con los ojos vendados. Pero algún día había que intentarlo.
Este año, las Fuerzas Armadas decidieron asistir al Continental, realizado en Paramaribo, la capital de Surinam. La Federación Deportiva Militar de Ecuador organizó un selectivo. Fueron escogidos 18 jugadores de las tres ramas de las Fuerzas Armadas. El promedio de edad: 23 años. El promedio de estatura 1,75 m. Las ilusiones: no cabían en la maleta.
A ese grupo se le cambió el fusil HK por el balón Mikasa y las botas por los pupos, con órdenes estrictas de entrenarse bajo el mando del director técnico Gandhy Guerrón, estratega y preparador físico con experiencia en la Serie A.
Guerrón no es general pero los puso firmes durante tres meses, no con ejercicios pecho a tierra ni con cuchillos en los dientes, pero sí con énfasis en la disciplina táctica, pues se trataba de un grupo que nunca antes había jugado junto. Eran militares de todos los rincones del país, sobre todo de la Costa. Conocerse fue lo primero. Confiar, lo segundo. Dejarlo todo en la cancha, lo innegociable.
El oficial al frente de este proyecto es Gonzalo Grijalva, mayor de la Fuerza Aérea, de 47 años y especializado en Finanzas. Aunque para esta labor en particular le sirve más su amor por el deporte. Antes de hacerse cargo de los futbolistas, había sido jefe de la delegación de Orientación Militar y del equipo militar de triatlón.
Hincha de El Nacional desde niño y futbolista aficionado (es back central), Grijalva se encarga de lo logístico y también de lidiar con el poco presupuesto que tiene el equipo. Grijalva, cuya oficina está en Pagaduría, hace ‘cascaritas’ con los números.
La Selección viajó a Surinam con el auspicio del Ministerio del Deporte y de la Federación Deportiva Militar. Se cuidó cada centavo. El equipo solo tuvo un uniforme de juego. No se pudo intercambiar camisetas. Los jugadores corrieron con algunos gastos imprevistos, sobre todo en medicinas, y llevaron sus propios pupos.
Grijalva, con la experiencia de Surinam, está elaborando el presupuesto que la Selección necesitará para afrontar el Mundial que será en Río de Janeiro. Piensa acudir a la empresa privada para que dé una mano a su equipo, del que ahora es hincha ferviente.
Aviones y esperanzas
Los jugadores están exentos de tareas militares pero siguen un programa de entrenamiento en la Base Aérea Mariscal Sucre de Quito, donde algunos residen.
Practican en la cancha de la Base, flanqueda por la pista de despegue y por los venerables Consolidated Vultee 28 de 1954 y Sikorsky de 1965, entre otras naves que sirvieron a la Fuerza Aérea hace cinco décadas A veces, los gritos del entrenador se confunden con el rugido de los motores.
Suelen afrontar cotejos amistosos (los contactos del DT Guerrón son claves para conseguir rivales de peso), pero ahora el asistente Leonardo Matamoros solo los entrena en jornada única. En enero arrancará la pretemporada y, de paso, la competencia interna: al equipo llegarán 10 refuerzos procedentes de los campeonatos entra las ramas militares.
Esto no preocupa a Alex Estupiñán, cabo segundo de la Armada, volante de marca y capitán deportivo del equipo. Estupiñán, que marcó dos goles en Surinam, tiene experiencia en conjuntos competitivos, pues fue jugador de las inferiores de Esmeraldas Petrolero, de la Segunda categoría.
Al igual que el arquero Franco, Estupiñán quiso ser futbolista. Tuvo un inconveniente con los directivos del Petrolero por la propiedad de su pase y decidió poner fin a su incipiente carrera.
Llegó a la Infantería de la Marina en el 2004 (de niño admiraba el uniforme inmaculado de los marinos) y juega en el equipo desde el 2005. Desde entonces ha seguido en el fútbol militar pero sin perder de vista su carrera: desea ser suboficial y graduarse en Educación Física.
Tampoco se olvida de rezar antes de los partidos. El salmo “Jehová es mi pastor, nada me faltará”, lo inspira para afrontar este reto.
Si Estupiñán aporta la reflexión y la fe, el cabo primero Víctor Perlaza, de la Fuerza Terrestre, aporta las bromas. Su apodo es ‘Mayuyo’, siempre está riendo, molestando y tomando el pelo.
En la cancha es polifuncional: va de defensa y de marcador, según la necesidad del técnico.
Perlaza llegó más lejos que Franco y Estupiñán en su intención de ser futbolista, ya que pudo entrenarse en Espoli. Tuvo una propuesta de jugar en el Salesianos (Segunda Categoría del Guayas), pero prefirió la milicia.
Su experiencia le permitió adaptarse con rapidez al sistema del DT Guerrón. Lo más difícil ha sido separarse de su familia a causa de los entrenamientos. Casado, con un hijo de año y medio en Guayaquil, Perlaza asegura que extraña a los suyos pero señala que el militar debe tener la capacidad de adaptarse a todo. Hay una misión y debe cumplirla. ¡Al Mundial ‘carrera maaar’!