El rugido de 70 000 hinchas en el imponente Allianz Arena cambiará para Uli Hoeness pronto por el silencio de una celda. El ya ex presidente del Bayern Munich tendrá que dejar atrás la gloria que cosechó como jugador y directivo para cumplir tres años y medio de condena por evasión fiscal en una cárcel común.
Su hundimiento puede ser un bochorno para el Bayern y para Alemania, pero la potente imagen del ya exdirectivo de 62 años entrando en prisión es también un mensaje con fuerte carga simbólica: ningún delincuente tiene privilegios, ni siquiera la cara visible de uno de los clubes de fútbol más prestigiosos del mundo.
“Es un caso en el que funcionó el Estado de derecho”, dijo hoy con frialdad la canciller Angela Merkel a través de su portavoz. “El juez se pronunció y el señor Hoeness tomó una decisión que recibimos con respeto”.
La decisión de Hoeness fue renunciar a todos sus cargos en el Bayern y no apelar su condena, con lo que evitó dilatar el proceso. “Esto se condice con mi idea de decencia, conducta y responsabilidad personal”, explicó en una declaración.
“Evadir impuestos fue el error de mi vida. Afronto las consecuencias de este error”. Las consecuencias llegarán en las próximas semanas, cuando Hoeness ingrese en la prisión de Landsberg, situada a unos 65 kilómetros de Múnich.
En la misma cárcel fue recluido Adolf Hitler tras su fallido intento de golpe de Estado en 1923 y en una de sus celdas comenzó a escribir el panfleto “Mi lucha”. La vida de Hoeness en prisión será igual a la del resto de reclusos.
“En la cárcel no hay beneficios por ser famoso”, explicó a la agencia dpa Anton Bachl, jefe del sindicato de funcionarios de prisiones con una experiencia de casi 30 años en el tema. “El primer día tendrá que desvestirse y entregar la ropa, como cualquier otro preso, y será examinado por un médico y un psicólogo. Luego se diseñará un plan de reclusión que tome en cuenta sus aptitudes y capacides. Después recibirá la ropa de prisionero”.
Mito viviente del fútbol alemán con contactos en las más altas esferas políticas y económicas del país, Hoeness no tendrá ni siquiera derecho a pedir una celda individual. “Es posible que tenga que vivir puerta a puerta con criminales violentos o compartir celda con ellos”, aseguró Bachl.
El hombre que contribuyó de forma decisiva al actual esplendor deportivo y económico del Bayern vivirá en una habitación de entre ocho y diez metros cuadrados equipada con una cama, un armario y una mesa.
Para asearse usará duchas comunes compartidas con el resto de presos. Después de un año de ser objeto de una creciente condena pública a medida que se revelaba la dimensión de su fraude -evadió impuestos por 28,5 millones de euros (39,7 millones de dólares)-, Hoeness volvió a recibir hoy palabras de reconocimiento por su renuncia a una apelación que de todas formas tenía pocas perspectivas de prosperar.
“Su declaración muestra que es un hombre con personalidad”, lo elogió el primer ministro de Baviera, Horst Seehofer, y jefe de la versión bávara del partido de Merkel. “Actuó con gran responsabilidad al dejar sus cargos y renunciar a una apelación”.
El entrenador Josep Guardiola lo describió como su “amigo”. El Bayern “es uno de los mejores clubes del mundo y eso sería algo imposible sin la gran personalidad de Uli Hoeness”, dijo el español. También el club mostró hoy su respeto por Hoeness.
Pero al mismo tiempo comenzó a trabajar en su sucesión y nombró como nuevo jefe del consejo de administración al director ejecutivo de adidas, Herbert Hainer. El Bayern inicia una nueva era. Y Hoeness, por primera vez en más de tres décadas unido al club, no estará ahí para vivirla.