La clasificación de los cuatro equipos ecuatorianos a octavos de final ha merecido elogios de aquellos que piensan que ese hecho demuestra el estupendo nivel de nuestro fútbol. Tener el 25% de los clubes de la región en esa instancia habla del poderío de Ecuador, que marcha victorioso hacia… hacia… bueno, hacia algún lado más victorioso.
Como suele pasar, el desbordante patriotismo nubla los ojos y altera la realidad. Lo que ha pasado es simplemente una feliz coincidencia que no debería servir para pensar que los clubes ecuatorianos están para ser campeones. De los cuatro, el único clasificado de real mérito ha sido Liga de Loja, con un triunfo histórico y heroico en el Centenario, ante un club clásico de Sudamérica, con el agregado de empezar el cotejo con una derrota a cuestas en el Reina del Cisne. El resto de equipos han hecho más o menos lo que era su obligación, y algunos sufriendo más de la cuenta. Han sido clasificaciones merecidas, pero hasta no llegar a semifinales, no se puede considerar que este torneo refleja un gran nivel general. No es así. Como mucho, existe un buen nivel de cada equipo, pero no se puede hablar de un buen sistema con equipos casi quebrados, las divisiones juveniles en crisis y los estadios casi vacíos.