Christian Benítez no puede saltar a la cancha sin recibir la bendición y los mejores deseos de su abuela Dorci López. Este es un ritual que siempre realiza el ariete ecuatoriano, un día antes de cada partido.
La excepción fue el pasado miércoles, cuando ‘Chucho’ la llamó en ese mismo día en la mañana, pero Dorci no contestó porque salió a misa. Entonces, lo hizo en la noche, desde el estadio de Monterrey, minutos antes del cotejo de ida en el cual convirtió dos goles.
Así lo reveló a este Diario su propia abuela, quien lo considera un “hijo” más que un nieto. “Me llama porque se siente bien cuando me escucha, porque sabe que lo quiero. Siempre prendo velas por él cuando juega, oramos y nos alegramos cuando le va bien”.
Y cuando los resultados son adversos, Dorci es quien lo llama para levantarle la estima y decirle que “el mundo es así, que no siempre se gana en la vida”.
Esa devoción está presente en el ariete de la Tri, quien el pasado 1 de mayo cumplió 27 años. Él se encomienda siempre a la Virgen de Guadalupe, la divinidad en México. “También tiene fe en San Martín de Porres y en la Virgen de El Quinche”, agregó Javier Guerrero, primo del ‘Chucho’. Junto con su hermano Jefferson son los que mayor contacto telefónico tienen.
Son casi contemporáneos. Jefferson tiene 30 años y Javier tiene 33. Se criaron en el sur de Quito y cada vez que conversan evocan esos recuerdos de la infancia, cuando lo llevaban a entrenarse en las inferiores de El Nacional.
“Nos alegra mucho verlo así. Ayer conversamos y estaba contento. Dijo que iba a marcar goles… y así fue”, contó Jefferson.
En su domicilio, ubicado por el sector de Chillogallo, ya se prevé un gran recibimiento para el ariete del América. Es una costumbre que envíe con anticipación USD 100 para que compre mariscos y sus primos cocinen. Nació en Quito, pero su sangre es esmeraldeña, por ello prefiere la sazón de esta ciudad costeña.
Las otras llamadas del delantero ecuatoriano están destinadas siempre a su madre, Rita Betancourt, quien vive en Italia.