La Selección brasileña de fútbol tiene ante China la oportunidad de apaciguar el enojo de la afición por su discretísima campaña para el Mundial 2014, bajo las riendas del cada vez más cuestionado Mano Menezes.
Los pentacampeones del mundo, que no disputan las eliminatorias sudamericanas por su condición de anfitriones, reciben a un casi desconocido conjunto chino ya eliminado de la Copa, con la urgencia no sólo de triunfar sino de convencer a la irritada ‘torcida’ brasileña.
Los aficionados y un sector de la prensa no perdonan a Menezes el juego sin clase de la ‘verdeamarela’, muy alejado del clásico ‘jogo bonito’.
Las victorias apretadas ante rivales inferiores, el bajo rendimiento de las figuras y la falta de jerarquía hacen que la afición pida a gritos su salida. Esto se evidenció en el amistoso del viernes pasado ante Sudáfrica, en el que Brasil venció 1-0.
En ese juego disputado en el estadio Morumbí de São Paulo, Menezes fue calificado de ‘burro’ y desde las gradas se coreó el ‘adiós, Mano’. El compromiso con los asiáticos tendrá una inusual presión para el técnico, que afina el equipo para la Copa de las Confederaciones 2013 y la Copa del Mundo de 2014, ambas en suelo brasileño.
“Espero que el hincha de Recife sea más comprensivo, vamos a enfrentar un equipo todavía más cerrado. Tendremos dificultades si el gol demora, pero cuando el aficionado es más comprensivo, es más fácil ”, aseguró Menezes, ayer.