Dunga, el polémico y criticado técnico de Brasil, dijo antes del juego de ayer en el que derrotaron a Corea del Norte 2-1, que la “cancha no miente”.
Y el campo del Ellis Park arrojó verdades del debut del ‘scratch’: como que ganó con merecimientos, pero con muchas dificultades, a un desconocido en el planeta fútbol; que Kaká no está como cuando fue elegido el mejor del mundo y que su defensa tiene los apagones de siempre.El juego, de arranque, fue llevado con lentitud por los brasileños. Los 45 minutos iniciales mostraron a un equipo de Brasil que hacía rotar mucho la pelota, (66 por ciento por 34 de los coreanos del norte) y con poco genio, con poco ingenio.
Para el segundo tiempo, Brasil se quitó el frío corriendo más, siendo un poco más rápido. A ratos puso la segunda y muy pocas veces la tercera al motor, que estaba helado.
A los 9 minutos, tras un rebote a la salida de un córner coreano, la pelota llegó a Kaká, que por fin corrió y alargó el balón a Robinho, que habilitó a Elano, quien alargó el pase a Maicon, quien como una locomotora pasó por la derecha y en el borde de la cancha sacó un remate que se metió entre el palo y el portero que esperaba un centro. 1 a 0 y asunto aparentemente resuelto.
Lo que pasó después fue el partido que se creía: entrenamiento para Brasil. Hasta que llegó el 2-0 con un pase de Robinho a la espalda del lateral izquierdo, para que Elano machacara el 2-0 con tiro cruzado.
El paciente y práctico Brasil ganaba fácil. Pero como la cancha no miente, reconoció la voluntad y entrega a los coreanos: a 2 minutos del final, un pelotazo largo fue pivoteado en las 18 para que Ji Yun-nam le pegara con un fierro al balón para el 2-1.
Dunga tiene razón: la cancha no miente. Brasil fue opaco, de destellos, dominó muchísimo y le faltó efectividad y pudo haber liquidado antes a un rival muy inferior y sin pasar la pequeña verguenza del 2-1 y el apuro final.