Una semana estresante para la Selección. Patética y dolorosa para Énner Valencia. Disputas judiciales, intentos de aprehensión y un espectáculo lamentable cuando el jugador fue en camilla a la ambulancia para no ser detenido.
La prensa calificó las absurdas escenas como un final surrealista. El partido funcionó como un auténtico telón de fondo, mientras un funcionario de la Ecuafútbol y varios suplentes protegían a Énner en medio de empujones y gritos cuando la Policía forcejeaba para cumplir con la orden de captura.
Patético y doloroso porque la semana previa aparecieron innumerables jueces de la moral para juzgar con su óptica lo que es ser buen padre, buena madre, buen ciudadano. Triste porque las circunstancias obligaron a Énner revelar situaciones familiares. Se invadió la intimidad familiar para sacarle rédito a un conflicto jurídico familiar de un futbolista, que es un ser terrenal con deberes y derechos. Cuando un ciudadano es afectado por una disposición legal debe enfrentar la pérdida de su libertad, el bloqueo de cuentas bancarias, impedimento de salir del país y un largo calvario de etcéteras.
Con Valencia no sucedió aquello. Al parecer ser integrante de la Selección patenta privilegios. Bien haría la Ecuafútbol en consultar a un experto jurídico para actualizar el status de ocho seleccionados en el Sistema Único de Pensiones Alimenticias (SUPA) del Consejo de la Judicatura. Allí encontrará que esos 8 seleccionados adeudan USD 87 933, 40.
La FEF debe convertirse en un patrono respetuoso de la ley y obligar a sus jugadores a arreglar sus conflictos jurídicos.