Las polémicas entre periodistas y entrenadores fueron, son y serán interminables pues son diferentes percepciones del fútbol y por lo tanto ninguna de la partes puede ridiculizar a la otra por opinar diferente.
Gustavo Quinteros, el seleccionador nacional no comparte esa realidad. El fútbol es una actividad lúdica con elevadas audiencias, sin embargo es un juego y nada más que eso. Sobredimensionarlo es una irresponsabilidad porque los valores de un país jamás estarán en juego en un partido de fútbol.
Al parecer el ideal del DT es mantener un coro de aplaudidores y quien cometa la imprudencia de criticarlo se transforma en un idiota, un perdedor y un detractor del país. Para aumentar sus equivocaciones Quinteros afirmó peyorativamente que el 2% de los periodistas deportivos sabe de fútbol. Está en su derecho de pensar tal subjetividad como también el 98% de esos comunicadores están en pleno derecho de cuestionar el nivel de conocimientos del entrenador.
En el fútbol no existen verdades absolutas y todos los conceptos registran un alto nivel de relatividad. Por ello preocupa la posición de Quinteros en una etapa de buenos resultados para la Selección. Será fácil suponer las reacciones cuando los resultados no sean favorables.
Si el objetivo de Quinteros era blindar a la Selección existen otros métodos más eficaces. Lo coherente es que reasuma con profesionalismo su función, trabaje más y archive sus actitudes arrogantes que ningún favor le hacen a la Tricolor.