Todos creen que la Tricolor tiene un equipazo y que ni siquiera el histórico plantel del 2002 lo iguala en calidad y desempeño. Lo dice la Fifa y su ranking algo arbitrario, los analistas (casi siempre melosos), los hinchas y hasta los rivales.
Parece, sin embargo, que en el interior de la Selección no se piensa de la misma manera. Lo delata el místico intercambio de números en los dorsales, realizado para que algunos jugadores recuperen la fe (la puntería, más bien) en sí mismos. A esto se agrega el amistoso con El Salvador, que no fue otra cosa que un viejo truco del boxeo: traer a un escuálido para que el campeón lo triture sobre el ring y gane confianza antes de la pelea cumbre. ¿Esta poderosa Tricolor, capaz de ganarle a Portugal e invencible en Quito, necesitaba ‘algo’ que le subiera la moral?
Las malas lenguas dicen que este cotejo era necesario, pues así Ecuador tendría dos partidos y se podría perpetuar la tendencia en la era Rueda, en la que la Tricolor siempre se muestra mejor en el segundo cotejo de cada tanda.
Todo esto son paparruchadas. Ecuador tiene que mostrar su acostumbrada mezcla de estrategia, entrega y efectividad. Si junta todo eso una vez más, Paraguay caerá.