Una fiesta popular que se remonta a la noche de los tiempos es el tradicional encierro. Cada mañana a las 8 en punto y tras el chupinazo, un cohete sonoro, se sueltan los toros. Desde los corrales de Santo Domingo empinan la calle del mismo nombre para atravesar la plaza consistorial (el Municipio de Pamplona, Navarra) toman la calle de Mercaderes y después de aquella curva conocida por los resbalones y caídas emprenden una carrera sostenida por la calle de la Estafeta hasta el edificio de Telefónica donde el recorrido empieza a descender por la puerta grande de la Plaza de Toros Monumental. Entonces las reses se dirigen hacia los corrales donde horas más tarde serán sorteados para las corridas de toros formales de la Feria del Toro.
El encierro de apertura, con toros del hierro de Peñajara, dejó dos heridos por policonstusiones (un joven australiano y otro nativo) además, 60 incidentes atendió la Cruz Roja. Hubo algún susto de los mozos -como el de la foto- que cada mañana hacen frente a los toros, ataviados de blanco y rojo con su pañuelo pamplonica que lucen durante la semana de fiestas reproduciendo una vieja tradición. Los corredores tienen un lugar elegido, apenas un tramo del recorrido de 850 metros. Se preparan arduamente para esta arriesgada costumbre que universalizó Ernest Hemingway. El escritor norteamericano y Premio Nobel de Literatura escribió tres obras taurinas: ‘Fiesta’ (inspirada en los sanfermines), ‘Muerte en la Tarde’ y el ‘Verano peligroso’, alusivas a la fiesta de los toros. Él divulgó la fiesta a tal punto que los visitantes internacionales, que hoy se juntan a con los corredores nativos, suelen ser los que por su desconocimiento son heridos por asta de toro.