Dimitrov, la eterna promesa que supo enterrar a Federer

El búlgaro Grigor Dimitrov celebra con su trofeo en la final de singles masculinos del ATP World Tour

El búlgaro Grigor Dimitrov celebra con su trofeo en la final de singles masculinos del ATP World Tour

El búlgaro Grigor Dimitrov celebra con su trofeo en la final de singles masculinos del ATP World Tour. Foto: AFP

¿'BabyFederer'? La comparación ya es parte del pasado. Se llama Grigor Dimitrov, tiene 26 años, le dicen 'Grisha', es el número tres del mundo y también el campeón del Masters. Eterna promesa del tenis, al búlgaro le ha llegado la hora de brillar con luz propia.

Con la victoria del domingo ante el belga David Goffin en la final de Londres, Dimitrov puso el broche de oro a la temporada más importante de su carrera. El 2017 fue el año del despegue definitivo del búlgaro, quien gracias a su actuación en el Masters cierra el curso sólo por detrás del español Rafael Nadal y el suizo Roger Federer.

Dueño de un juego muy completo en el que sobresale su exquisito revés a una mano, el jugador nacido en Haskovo (hijo de Dimitar, un profesor de tenis, y Maria, una ex jugadora de vóleibol) siempre fue considerado uno de los hombres llamados a liderar la generación que debía tomar el relevo de los Federer, Nadal, Novak Djokovic o Andy Murray.

Pero las presiones, las comparaciones y las expectativas lo terminaron superando. Tras una brillante carrera como junior, Dimitrov tuvo un lento ingreso al profesionalismo. En 2012, a los 21 años, consiguió meterse por primera vez entre los 50 mejores y en 2013 logró el primero de sus ocho títulos ATP en Estocolmo, donde batió al español David Ferrer en la final.

Su primera explosión fue en 2014, año en el que se metió por primera vez al "top ten", logró tres títulos y alcanzó las semifinales de Wimbledon tras destronar al campeón Murray en cuartos. Sin embargo, el búlgaro se hundió en las dos últimas temporadas. No sólo no ganó ningún título y se estancó en el ranking, sino que también perdió el patrón de juego.

Las comparaciones con Federer y el revuelo mediático que generaron sus historias sentimentales con Maria Sharapova y Serena Williams le hicieron perder el foco. Hoy, le dedicó el título a su novia Nicole Scherzinger. A mediados del año pasado, Dimitrov se decidió a dar un golpe de timón en su carrera con la llegada del entrenador venezolano de origen español Daniel Vallverdú, un hombre que ya había demostrado sus credenciales trabajando con Murray y Berdych.

Y los resultados fueron progesivos pero notables. "Tardó un poco en darse cuenta, pero ahora su entorno está bastante limpio en este momento y no tiene nada fuera del tenis que lo esté molestando. Eso es clave", dijo Vallverdú esta semana. "Yo creo que él pasó por muchas cosas cuando todavía era muy joven y tuvo que aprender de lo que era bueno y lo que era malo para él". 

Más maduro y fuerte mentalmente, Dimitrov es hoy un jugador muy diferente al de sus inicios. A su talento le añadió mucho trabajo, constancia e inteligencia. Y la comparación con Federer ya no le afecta en absoluto. "Es un error intentar seguir a alguien o cada uno de sus pasos", aseguró esta semana el búlgaro. "Las comparaciones y todo eso ya no me importan", señaló un jugador que quiere empezar a dejar su propia huella.

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