La final que jugarán Liga y Emelec es el premio a los equipos que mejor han mostrado… No, ‘mejor’ no es la palabra correcta. En realidad, la gran final será jugada por los equipos menos deficientes, los que menos se equivocaron, los que han hecho lo necesario para ser protagonistas y para evitar ser devorados por esta enorme tragedia de gestión que ha reducido a casi todos los clubes a la indigencia.
Sí, Liga y Emelec son los menos estropeados en un torneo que casi permite la barbaridad de, por ejemplo, entregar cupos a torneos internacionales a planteles devastados como El Nacional, o que ha restado 18 puntos en total a equipos que no honran sus deudas (debieron ser más puntos pero el infame mes de 90 días lo impidió). Muchos se engañan y lo ven como ‘parejo’ y hasta ‘emocionante’ y se han negado a reconocer que la sombra de una decadencia amenaza con cubrirlo todo en la oscuridad.
En todo caso, le hace bien al fútbol ecuatoriano que exista una final como Dios manda y que la desarrollen dos grandes, con técnicos capaces (pero cuestionados en cierta medida), equipos bien servidos y con cierto morbo, por los antecedentes entre eléctricos y albos, sobre todo en Casa Blanca. Será un cierre que maquillará este año de lágrimas, de bajo nivel, de estrellas que no lo fueron, de permanente zozobra. Que gane el mejor o, mejor dicho, que gane el menos malo.