Con 6 700 metros de altitud, el Huascarán es el nevado más alto y uno de los más hermosos del Perú.
Era un poco más de las siete de la mañana. Salí del auto y el viento, muy frío, me daba de lleno en la cara. Un tímido sol empezaba a calentar el ambiente y le daba al panorama un aspecto mágico que mis ojos veían embelesados.
Desde mi costado derecho, al frente, y a la izquierda, todo lo que se avanzaba a divisar eran cerros, paredes escarpadas y puntas cubiertas de nieve y hielo. Estaba frente a la espectacular cordillera Blanca, en Perú. Jamás había visto tal cantidad de montañas nevadas juntas, a lo largo de tantos kilómetros.
Desde Lima, la capital del Perú, habíamos hecho alrededor de cinco horas de viaje por una carretera totalmente asfaltada, hasta el sitio en que nos encontrábamos. Estábamos en las faldas de la cordillera Negra, y un estrecho valle que forma la cuenca del río Santa es lo que nos separaba de su famosa hermana gemela de al frente.
Entre las dos forman lo que se llama el Callejón de Huaylas, que tiene una extensión de 180 kilómetros de largo, y que discurre de sur a norte, en la Sierra central peruana.
La plaza central de la población de Caraz está rodeada de construcciones de estilo colonial.
Para quienes nos gusta buscar aventuras en nuestro propio vehículo y nos atrevemos a traspasar las fronteras patrias para conocer otras latitudes, llegar a este extenso y bellísimo paraje de la geografía peruana vale la pena.
Todos los esfuerzos se compensan con todo lo que se puede ir conociendo y disfrutando en el trayecto, con la aventura en sí misma, y con el deleite de llegar a la meta de esta propuesta viajera. Y más todavía si los costos en los que se incurra por el viaje son relativamente bajos.
Desde nuestra frontera sur tenemos dos opciones para llegar al destino propuesto: tomamos la carretera Panamericana peruana, y siempre por esta atravesamos las ciudades de Piura, Chiclayo, Pacasmayo, Trujillo y Virú, hasta llegar a Santa, lugar donde desemboca el río homónimo que viene desde el sur de la Cordillera Blanca. Son 860 kilómetros desde Huaquillas o 675 desde Macará.
Desde Santa, virando a la izquierda, tomamos la carretera 12 que, por el Cañón del Pato, nos conduce hasta Caraz, al norte del Callejón de Huaylas. La mitad de este trayecto de 172 km está asfaltada y en muy buenas condiciones. El resto, y por unos parajes realmente espectaculares (en nuestro país no hay nada parecido), está lastrado pero es de fácil acceso.
Es en esta parte lastrada donde más se puede disfrutar de la aventura, ya que el encañonado del río Santa separa en algunos sitos a la cordillera Blanca de la Negra solo por 12 metros, permitiéndonos disfrutar de paredes escarpadas de piedra que dan vértigo. Además, 46 túneles perforados en la misma piedra permiten el paso de los vehículos, haciendo del viaje algo único y alucinante.
En los últimos kilómetros antes de llegar a Caraz, y ya a muy buena altura, empiezan a dejarse ver las impresionantes montañas nevadas que forman la espléndida Cordillera Blanca. Vemos al Huandoy, que con sus 6 360 metros de altura nos da la bienvenida.
El Cañón del Pato, que separa a las cordilleras Blanca y Negra, ofrece un paisaje espectacular
Caraz es un típico poblado de la Serranía andina, muy pacífico y acogedor. Se destacan la Plaza de Armas con su gran catedral de piedra y construcciones al estilo colonial con casas de dos plantas y techo de tejas. Calles estrechas y negocios de todo tipo forman parte importante de esta ciudad.
La calidez de la gente hace que el turista se sienta cómodo al llegar. Aparte de la comida variada, recomiendo probar los helados que se venden junto a la iglesia mayor, que han hecho que a esta población se la conozca como ‘Caraz, Dulzura del Perú’.
En nuestra próxima entrega, conoceremos más rincones fantásticos de este recorrido, en el que encontramos impresionantes lagunas, ciudades sepultadas por aludes gigantescos, cerros nevados y ciudades maravillosas.