Y todo termina con un abrazo y un ‘selfie’. Los propios y extraños, los rivales -no todos- se toman una foto del recuerdo, los amigos buscan más amigos de otros países para juntarse en una foto.
La guerra dentro de los graderíos estaba ganada desde el inicio del encuentro. Los ecuatorianos no sólo cantaron el Himno, lo hicieron vibrar en la Arena da Baixada de Curitiba.
Era el comienzo de dos horas de gritos a favor de Ecuador y que incluso Antonio Valencia avivó desde la cancha, ya cuando el partido estaba por morir. El gol de Honduras fue una tregua de las barras tricolores para las hondureñas, el espacio fue aprovechado por la ‘torcida’ brasileña para gritar por Brasil. Los decibeles, en ese momento, también debieron haber llegado a niveles altos, tan altos que emocionaron a los visitantes.
Al final del primer tiempo el marcador estaba empatado, pero en los graderíos no hubo mucha calma.
Los más sedientos salieron a abastecerse y los más fanáticos solo enfriaron un poco las gargantas. Una batalla aparte llevaron los fanáticos del Atlético Paranaense y del Curitiba, los equipos rivales que no dejan su rivalidad en la casa y la llevan a los partidos de la Copa del Mundo. Gritos e insultos de uno y otro lado se mezclaban con el “vaaaaamos, ecuatoriano.
Esta noche tenemos que ganar…”. El cántico era tan fuerte que incluso los rivales se contagiaron y se unían a los ecuatorianos, claro con su acento portugués. Los torcedores tenían banderas de sus equipos locales, es decir simpatizaban con alguno de las selecciones, sin embargo, iban al fútbol para seguir alentando a sus clubes.
Lo que no tuvo mucho éxito fue la ola, aquel fenómeno futbolero que apareció en el Mundial de México 86, se diluía fácilmente durante el partido. En la previa sí que fluía por el graderío, ahí los ánimos del público en general aún no se inclinaban al lado tricolor.
Cuando todo estaba decidido, el Sí se puede empezó a ser más fuerte y tuvo eco también con los locales, quienes se suben al barco de la victoria solo para disfrutar de la fiesta.
Gritan a favor de quien haga el gol (ayer lo hicieron con Honduras), pero al final siguen cantando tan fuerte por el país que tiene escrito orden y progreso en una circunferencia en su bandera, como si una pelota fuera parte de su bandera.