El diestro Diego Urdiales sale por la puerta grande de la plaza de toros de Vista Alegre de Bilbao tras cortar dos orejas a su primer toro en la quinta corrida de toros. Foto: EFE
Urdiales y un gran toro de Alcurrucén. Es el primer párrafo de la crónica de Mundotoro que atribuye a “ambos fueron los pilares de la tarde en Bilbao”, que sirvió para renovar el triunfo que ambos -torero y ganadería- compartieron el pasado año.
El riojano estuvo torerísimo y desorejó a un excelente animal de los Lozano que recibió la vuelta al ruedo en un nuevo ejemplo de la comunión existente entre Urdiales y Bilbao.
El cariño que sintió en la ovación de comienzo le acompañó a lo largo de una labor con momentos bellísimos y siempre elegante que terminó valiendo una Puerta Grande.
No la obtuvo Ginés Marín -sustituto de Roca Rey-, pero fue grande su debut en Vista Alegre, más propio de un torero con 80 corridas a sus espaldas y no ocho como lleva el joven espada. La vuelta al ruedo en el sexto, toda la faena en sí, es de las que valen. A Morante se le pasó la tarde en blanco con un lote imposible.
El berrendo en colorado que hizo segundo enamoró de salida por su peculiarísima pinta. Sus hechuras no engañaban sobre su procedencia de la casa. Pronto mostró buena clase en el capote de Diego Urdiales -y en el quite ceñido de Ginés Marín por chicuelinas-. Muleta en mano, Urdiales brindó a ‘su’ plaza como devolución del cariño inicial y planteó una labor de fondo. Sin prisas al principio, se calentó en una tanda por el pitón derecho que tuvo infinita belleza en el embroque. Esa belleza y esos torerísimos embroques serían claves del éxito futuro. Mostraba clase y transmisión este ‘Atrevido’ por ambos pitones. Al natural, mediada la faena, apostó más por la hondura de muletazos sueltos que por la ligazón, que recuperaría al volver al derecho. Hubo profundidad en varias fases, siempre firmeza, y un final cumbre al natural y a dos manos. Ese modo de cerrar valió, junto con el espadazo, buena parte del éxito, pues puso a Bilbao ‘a tope’ y las dos orejas cayeron con fuerza, igual que la vuelta al ruedo al gran toro de Alcurrucén. Romance renovado.
Devuelto el quinto con quizás excesiva prisa, salió un sobrero astifino, largo y más bajito dentro de su evidente seriedad. Fue un toro que exigía un esfuerzo grande para hacerle romper. Urdiales le planteó una faena correcta, en la que ambos firmaron una ‘paz’ resuelta de manera solvente.
Ginés Marín se presentó en Bilbao con un serio ‘Alcurrucén’, abierto de cara y con plaza. Su juego, en cambio, gustó menos. Desde el primer momento, se vio su escaso celo y su más escaso recorrido. Además, gazapón, porque al primer viaje pasaba, pero al segundo se le venía andando al extremeño. Insistió Marín, sereno sin atacarse nunca, y dejó, más que un balance artístico tangible. El público se las reconoció en la ovación final.
La faena que le hizo al sexto merece estar entre las más destacadas de toda la Semana Grande bilbaína. Y no porque hubiera triunfo, ya se encargó un pinchazo hondo de impedirlo, sino por la capacidad de hacer frente a un ejemplar tremendamente exigente, el imponente ‘Muslero’. La tarde iba cuesta abajo al coger Marín la muleta y él mismo hizo que remontara al pasarse al toro por detrás y jugarse la cornada en la tanda de comienzo. Sirvió para que, desde ese momento, el público estuviera con él. Gran debut el suyo.