Además de un deporte (y a veces incluso más que ello), la Fórmula 1 es un negocio en el que se mueven grandes intereses de las poderosas empresas patrocinadoras, de las emblemáticas escuderías y también de los pilotos más cotizados.
Si bien desde hace meses se rumoraba acerca de una potencial salida de Fernando Alonso de Ferrari, por no contar un monoplaza capaz de enfrentar al Red Bull de Sebastian Vettel (2010 – 2013) y a los Mercedes de Lewis Hamilton y Nico Rosberg este año, sorprendió que fuera el tetracampeón mundial quien moviera primero su ficha al anunciar su salida de la escudería austríaca al final del año en curso.
La reserva de Vettel sobre cuál será su nuevo equipo y el silencio de Alonso acerca de sus planes en el corto plazo, reactivaron las especulaciones con más fuerza. Si bien la versión más difundida (y más lógica) es aquella que da cuenta de que el español recalará en McLaren en el 2015, motivado por el regreso de Honda como motorista, ahora también se dice que pudiera aterrizar en Mercedes, donde ocuparía la plaza de Lewis Hamilton.
Es cierto, la posibilidad suena un tanto descabellada, pero la historia de la F1 demuestra que nada es imposible cuando hay mucho dinero de por medio.