La arquitecta Gabriela Quiñones diseñó una vivienda respetando al máximo la naturaleza que rodeaba al terreno. Fotos: Diego Pallero/ EL COMERCIO
Después de varios días plasmando ideas -en letras y dibujos- sobre hojas de papel, la arquitecta Gabriela Quiñones se dejó guiar por una visión para diseñar la casa de sus sueños sobre un terreno irregular de 1 100 metros cuadrados.
Gran parte del diseño lo concibió a las 03:00, en Pamplona. Quiñones llegó a tierras españolas tras un paso por Estados Unidos. “Estaba fascinada con lo que veía. Ese día mi cerebro siguió trabajando”.
La arquitecta describe a esa arquitectura como moderna y limpia, que combina materiales fríos y cálidos.
Y aquello, precisamente, se aprecia en el diseño de su casa: hay materiales naturales como el hormigón visto, piedra y la madera. También ventanales que permiten el paso de la luz natural y dejan ver la naturaleza que rodea a la vivienda.
La cocina es amplia, tiene ventanas que dejan mirar la naturaleza que rodea la casa.
Un par de árboles cobijan el espacio donde funciona el comedor, mientras que dos algarrobos dan la bienvenida a los visitantes. Para llegar a ellos es necesario caminar por una especie de puente por donde corre agua reciclada. Ese espejo de agua está ahí porque brinda tranquilidad a la familia.
Los algarrobos están ubicados estratégicamente a un par de pasos antes de llegar a la puerta principal de la vivienda que conduce al comedor, a la sala y si se asciende por unas escaleras de madera, a la sala de televisión y a la zona íntima.
Un muro de hormigón trabajado minuciosamente soporta una de las alas de la casa. El material se muestra tal y como es, y eso, precisamente, impresiona a los visitantes, pues se impone en la casa con personalidad propia, al igual que una chimenea funcional elaborada con el mismo material.
Un muro de hormigón visto se impone en la planta baja.
Otro muro, pero más pequeño, separa al comedor del resto de la vivienda. Sobre ese hay una escultura que permite ver la fachada con todas sus ‘imperfecciones’.
Se la observa tras cruzar la puerta principal y girar la cabeza hacia la izquierda. En el lado contrario del muro cuelgan máscaras, sujetadas con hilo de pescar transparente.
La madera es otro material que se impone en la casa de Quiñones. Está en el piso y en los escalones. Es de eucalipto y la arquitecta la seleccionó por su fuerza y durabilidad.
La casa suma una década y la madera luce impecable. Ese material también está presente en una pequeña sala hundida que Quiñones diseñó inspirada en su niñez.
“En la casa de una amiga había una sala y chimenea. Era el lugar perfecto para pasar el tiempo”. Ahora son sus sobrinos los que disfrutan de ese espacio, decorado con cojines de tonos café, rojo y beige.
Los marcos de las ventanas y puertas también son de madera, material que conjuga con la naturaleza que rodea la casa. A través de la ventana construida en un costado de la sala hundida se aprecia el patio interior y la zona BBQ.
El patio interior tiene vista a la cocina y exteriores de la casa.
Ese lugar, según Quiñones, es el más visitado por la familia. Ahí disfrutan de los asados y de momentos de relajación dentro de un hidromasaje.
Allí también hay pequeños árboles y plantas coloridas como las buganvillas.
Desde ese espacio se aprecian los algarrobos y la cocina, un espacio amplio desde el que también se puede ver la naturaleza exterior.
En cuanto a la decoración, la arquitecta la describe como minimalista. “Evito los espacios saturados al máximo”.
Los únicos cuadros que lucen en el área de trabajo son los elaborados por sus sobrinos: están pegados como obras de arte en una de las barandas desde donde se aprecia la sala hundida. Además de los espacios luminosos, Quiñones es amante de las dobles alturas, pues conectan los espacios de la casa y generan diálogo entre los miembros de la familia.