Los palets de madera de pino reciclados son protagonistas en el departamento de la arquitecta Camila Andino. Fotos: Galo Paguay/ CONSTRUIR
Tras su paso por España, Camila Andino llegó a Quito con ideas innovadoras. En el país ibérico obtuvo un masterado en Arquitectura, Energía y Medioambiente.
Allí aprendió más sobre arquitectura sostenible y esos conocimientos los plasmó en la oficina de su padre y luego, en su departamento, de 70 metros cuadrados.
Andino transformó una oficina oscura con múltiples divisiones en un lugar amplio y cálido. Esto último ocurre por la mezcla de materiales y de la luz natural que atraviesa los ventanales que rodean la vivienda, desde donde hay una vista de 180°. Desde el piso 12 de un edificio en la av. Ignacio de Veintimilla observa el Panecillo, el Centro Histórico, la Universidad Católica.
“No podíamos desaprovechar esa oportunidad y por eso lo compramos y adecuamos”, cuenta la arquitecta.
Después de cuatro meses de trabajo, la arquitecta, madre de dos hijos, consiguió un espacio con un estilo tradicional-contemporáneo. Entre los materiales que utilizó para remodelar su departamento están el cuarzo, la piedra y palets de madera de pino.
Estos últimos son los protagonistas de su vivienda: están en la sala, dormitorios, cocina, sala de juegos y cuartos de baño. Lucen en el piso, en las paredes y hasta en el mobiliario: son la base de su cama.
El mobiliario es de madera. Hay objetos reutilizados.
Andino seleccionó los palets de madera para abaratar costos, pero también para demostrar que es posible transformar espacios con más de 40 años de uso en ambientes actuales, agradables y amigables con el ambiente.
También se inclinó por ese material para apreciar todos sus detalles y ser testigo del uso que le dieron en otro momento. “Miro sus imperfecciones y me gustan”.
Los palets que colocó sobre el piso de cemento fueron pulidos y lacados. Se los puede limpiar con una tela húmeda. A los que forran las paredes, en cambio, se les untó aceite.
La arquitecta contó que la remodelación fue rápida, porque respetaron toda la construcción original. Solo retiraron las divisiones flotantes y levantaron una grada para instalar la tubería que va a la cocina.
Esa grada está forrada con una piedra oscura que se conjuga con el tono vivo de los palets, pero que al mismo tiempo otorga independencia a la cocina a pesar de estar integrada al área social.
En la cocina también está una columna de 60×60 centímetros que la transformaron en una pizarra. Allí, Andino anota sus recetas preferidas mientras los niños dibujan. El mesón tiene cuarzo.
El cuarzo y la piedra están presentes en la cocina.
Desde ese lugar se aprecian dos huertos: uno está detrás de una ventana de la cocina, mientras que el otro luce tras los ventanales que rodean a la sala y al comedor.
Ese lugar también fue rehabilitado. Ahora es funcional y alberga a varias especies de plantas. Hace poco la familia cosechó mandarinas.
Antes de la remodelación era un balcón decorativo de 4 metros por 70 centímetros, hoy, mide 4 m x 1,40 metros. Allí hay espacio para que Miel, su gata, salga de la monotonía.
Andino transformó un balcón decorativo en un jardín funcional.
Su gusto por la madera también se evidencia en el mobiliario: la mesa luce esas “imperfecciones” que seducen a la arquitecta.
El toque moderno lo ponen las lámparas colgantes de la cocina, una chimenea eléctrica, el gypsum que está en el tumbado y una serie de esculturas elaboradas por su esposo Haeckel Rivadeneira. Esas fueron creadas con material reciclado: tornillos, clavos, partes pequeñas de un auto.
“Así desechamos la idea de que el material reciclado es feo o de mal gusto. Todo depende del uso que le demos”, afirma Camila Andino