Alma e historia en la casa de Gabriela Anker

La arquitecta Gabriela Anker, en la sala de su casa, donde se conjugan elementos heredados con un aire actual. Foto: Vicente Costales/ EL COMERCIO

La arquitecta Gabriela Anker, en la sala de su casa, donde se conjugan elementos heredados con un aire actual. Foto: Vicente Costales/ EL COMERCIO

La arquitecta Gabriela Anker, en la sala de su casa, donde se conjugan elementos heredados con un aire actual. Foto: Vicente Costales/ EL COMERCIO

El acogedor jardín posterior y los jardines que rodean a toda una construcción motivaron a la arquitecta Gabriela Anker a formar su hogar en una vivienda construida hace unos 38 años.

Ella, junto a su esposo y socio -que también es arquitecto- renovaron la vivienda hasta convertirla en el lugar ideal para vivir, apoyados en elementos con su propia esencia.
“Siempre hemos buscado cosas con alma, que llenen nuestro hogar”, comenta la arquitecta. Se esmeraron en esa búsqueda, pues para ella un ambiente es capaz de contar historias de la vida de los actuales habitantes y de la de sus antepasados.
En esa vivienda resaltan detalles nuevos, en medio de lo antiguo. La mayoría de elementos son heredados y, para la arquitecta, un pedazo de su historia familiar se encuentra en cada elemento.

Se trata de una construcción de unos 350 m², en un terreno de 850 m², del ya fallecido arquitecto Miguel López Mancheno. Es una casa de hormigón y madera, material que la pareja de arquitectos quiso exponer para habitarla.

A la entrada de la vivienda se destaca un jardín interior. Alrededor el piso es de piedra. Foto; Vicente Costales/ EL COMERCIO

Para lograrlo, abrieron los espacios para que se vea la madera, cubierta con gypsum antes de su llegada.

Al ingreso se destaca un imponente jardín interior, al que Anker define como una de las cosas más especiales.

La vivienda es iluminada gracias a la abundante entrada de luz natural, combinada con luminarias que se acoplan al estilo de cada ambiente. La luz, junto a materiales acogedores, vuelve a la vivienda un sitio tranquilo.

En esa vivienda se conjugan el piso de piedra de la entrada, que rodea el jardín interior, con el piso flotante de las otras zonas de la casa.
Eso se complementa con un aire ecléctico, dado por la combinación de elementos propios y heredados en el mobiliario y la decoración.

El legado familiar se nota desde la entrada. Junto al jardín que da la bienvenida a los visitantes hay un mueble alemán, estilo danés, de la abuela de esta joven arquitecta. Ocupa toda una pared.

Los muebles de la sala son de su otro abuelo. Ese y otros ambientes de la casa albergan piezas de arte que los arquitectos eligieron y otras, que fueron recolectadas.
Sin embargo, todas tienen su historia, comenta. Como el cuadro de la sala, que es de una pintora iraní. “Cuando ella oye palabras, ve colores. Son piezas que representan música o festivales de luz”.

Entre el arte que da vida a esta casa también están las obras de la abuela de Gabriela Anker, que fue pintora.
El gusto por la fotografía es otro particular que se evidencia en la casa. Allí hay fotografía familiar, pero también profesional, que, como todo en la casa, tiene un sentido especial para la familia.

Una fotografía de la playa, de Sebastián Crespo, acompaña una de las estancias. Esa fue parte de una exposición del fotógrafo, donde se exhibieron trabajos sobre el terremoto de abril del 2016 en Ecuador.

“Me pareció importante por ser una playa vacía que daba paz, en medio del ambiente posterremoto”.
Avanzando desde el área social hacia la íntima sorprende el evidente cambio de estilo. La sala de televisión, el sitio donde mayor tiempo comparte esta familia y desde donde se pasa al jardín, luce moderno.

Allí hay muebles de colores neutros y líneas rectas, que resaltan con la luz natural del espacio verde contiguo.

La cocina fue remodelada. Posee un estilo minimalista. Foto: Vicente Costales/ EL COMERCIO

Son tres dormitorios. El máster cuenta con su propia chimenea. Ahí predomina un estilo moderno, gracias a los colores neutros y a los elementos de mobiliario, entre los que se destaca el sillón Lounge Chair Eames, con su otomana.

Además, hay dos habitaciones de las hijas de 2 y 3 años de los arquitectos, con sus detalles decorativos. Entre las cosas fundamentales de la casa, Anker destaca la posibilidad que esta les ha dado para entender la importancia de los espacios abiertos, del flujo de aire y de los lugares esenciales de familia. Esto lo aplican en los diseños que hacen a través de su estudio.

El dormitorio máster posee su propia chimenea. Foto: Vicente Costales/ EL COMERCIO

Suplementos digitales