A más de un mes de su inauguración, estamos siendo bombardeados por mensajes publicitarios relativos al nuevo aeropuerto de Quito. A estas alturas, “todo el mundo” conoce que el nuevo aeropuerto existe, no sólo por la cantaleta de tener la torre más alta, la pista más larga y la terminal más moderna de América del Sur, sino también por la serie de falencias que todos conocemos: falta de vías de acceso, incomodidad de la terminal, infraestructura insuficiente, precios altos, etc. Evidentemente, el afán de tan intensa campaña es meramente político. Peor aún, los recursos se desperdician en propaganda innecesaria.