He visto que mi nota “El gran Montalvo, adalid de la libertad” publicada en diario EL COMERCIO, el 25 de enero pasado, ha causado algunas reacciones.
El ciudadano señor Fernando Callejas, alcalde de Ambato, en una aclaración publicada en Cartas al Director, me hace saber que el féretro del ilustre maestro ha sido sellado y que su cuerpo no está en “exhibición” para la gente que lo visita.
Yo también, en honor a la verdad, he de mencionar que las veces que fui al museo y al mausoleo, el cadáver estaba expuesto al público y es lo que motivó mi sugerencia. Me alegra mucho saber que ya no es así y, en ese caso, señor Alcalde, acepte mis felicitaciones.
Al señor Pablo Balarezo, quien discrepa de mis aseveraciones, debo manifestarle que, lejos está de mis intenciones, discutir el innegable conocimiento montalvino del escritor Pablo Balarezo Moncayo. Si afirmé que el clero de la época negó la sepultura a Montalvo, fue porque, luego de la publicación de “Siete Tratados”, obra magna del gran escritor, la iglesia lo excomulgó por hereje, blasfemo y apóstata y, según el Papa Inocencio III: “… los cánones han establecido que no se puede estar en comunión después de su muerte con aquellos con los que no comulgábamos en su vida, y que deben ser privados de sepultura eclesiástica…”.