El delirio es un estado de desorden mental. Produce gran intranquilidad, excitación y desorden de las ideas con o sin alucinaciones.
También se da en la neurosis en estados muy conflictivos de la personalidad, donde aquel delirio se torna irreductible a la razón, patológico y falso, que es justamente lo que podría ofrecer un político que ofrece redención para su pueblo, visitar la tumba de su antecesor, creerse hijo de aquel que infundió una política de extrema izquierda, en un país que lamentablemente le creyó porque las cualidades de persuasión, influencia, manipulación y convencimiento fueron más allá de la ingenuidad de lo que esperaría un pueblo.
Es tanta la pobreza del gobernante actual de Venezuela que tiene que llamar ‘chavismo’ a su ideología porque su identidad no puede producir nada por sí sola. Y cae en otro problema de desorden mental que es la idolatría, en un ser que ya no existe y que se espera de él un milagro mágico, fuera de un contexto real de las cosas que suceden verdaderamente. La pregunta son ¿por qué la gente cae y resbala?, ¿por qué le da el voto?, ¿por qué le defiende? y ¿por qué ahora ya no quiere saber nada de aquel sistema? Simplemente porque fue una fantasía, un delirio, un período sin sentido económico de una persona que extraía dinero del que más tiene, intentando repartir al que no tiene, pero se olvidó de generar riqueza, que es la que se consigue produciendo con el esfuerzo diario de cada ser humano que se lo proponga.